“El escritor que defienda una dictadura tan minuciosa en su espanto, está defendiendo su sepultura”, decía el escritor Reinaldo Arenas perseguido en la Cuba comunista, por su libertad política y también por su orientación sexual. Se suicidó en Nueva York culpando a Fidel Castro, por “los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades”. Quien quiera probar los tormentos y anhelos de ese enorme escritor latinoamericano, sin la fama de algunos cómplices del asesino, lean “Antes de que anochezca”.

Pero hablemos de Oswaldo Payá Sardiñas, activista cubano a favor de libertad, sólo promovía una consulta (de esas que tanto habla el obradorismo) para que los cubanos decidieran su forma de gobierno. “Proyecto Varela” le llamó. Quería voto libre. Lo escuché decir en una visita a México, con todas sus letras que “la violencia no sea ni el signo, ni el instrumento de cambio” en la isla. No mostraba odio a nadie. Murió en 2012 en un “oportuno” accidente de vehículos, cuando ya Fidel le había pasado el poder a su hermano Raúl.

El Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que investigó la muerte de Oswaldo Payá (Informe No. 83/23 del Caso 14.196), resaltó que el “colisión automovilística” ocurrió “en un marco de persecución y represión estatal contra personas disidentes políticas de Cuba”, y que las autoridades castristas no hicieron una investigación minuciosa, seria y diligente. Concluyó que a Payá lo impactó un auto oficial, y lo perseguía otro coche desde La Habana. Se amenazó al chofer que salió ileso, para que se autoculpase, y un tribunal oficial lo condenó por el homicidio.

Oswaldo Payá fue premio Sajarov del Parlamento Europeo, por el trabajo pacífico de entregar más de 11 mil firmas a la Asamblea Nacional, solicitando un referéndum, cuando la Constitución de Cuba, pedía 10,000 rúbricas. Los representantes castristas negaron la solicitud democrática, pero fueron eficaces, según la CIDH, para acabar con la vida de otro adversario.

Un año antes del suicidio de Reinaldo Arenas, un tribunal “especial” militar, en un juicio televisado, condenó a la pena de muerte por fusilamiento al general Arnaldo Ochoa Sánchez, “Héroe de la República” y uno de los militares más condecorados de la revolución cubana. ¿Delito? Traficar drogas con un cártel colombiano. Confeso de traición. ¿Igual que la organización criminal tabasqueño de La Barredora?

Todos los acólitos del asesino de Fidel, capaces de lamer su botas, debería ver el Consejo de Estado del 9 de julio de 1989, donde se sentenció en definitiva a morir en el paredón a su general Ochoa. Sacarán lecciones para Morena. “Pensando en la credibilidad – dijo Fidel enfundado en su traje militar – y prestigio de la Revolución, es que creo que el castigo debe ser ejemplar y la sanción más severa…” ¿Entenderá Adán Augusto, en que lío metió al “movimiento” de regeneración (sí cómo no) nacional?.

Pero Castro Ruz, afirmó más ese día. Los delitos de Ochoa fueron producto de confundir las tareas del Ministerio del Interior con los encargos militares. Algo similar al militarismo morenista mexicano. Porque se les “permitió comerciar, tener sus clínicas, sus restaurantes” y confundir la misiones de Segob con Sedena. “Esta pandilla corrompió”, exclamó para defender a su hermano, y advertir que quienes intentaron mezclar a Raúl en asuntos criminales “eran unos hijos de puta”. Así firmó la sentencia de muerte de un héroe caído de la revolución comunista, que empezó en 1953, con Ernesto “el Che” Guevara.

Lo importante no son las estatuas de esos comunistas en la alcaldía Cuauhtémoc. Que las pongan afuera de la casa de Clara Brugada. Lo esencial es, saber si “nuestro Fidel del trópico”, le dará trato de “hermano” (como a Raúl) a Adán Augusto y lo exonerará, o lo defenestra como a Ochoa, o lo deja morir sólo como a Reinaldo Arenas.

Sigan defendiendo a matones marxistas, tan minuciosos en su espanto, la tumba política está preparada. Mejor pongan en esa banca de la colonia La Tabacalera, a Oswaldo Payá y Reinaldo Arenas.

Germán Martínez

Germán Martínez Cázares es abogado y político mexicano, actual diputado federal y miembro del PAN. Ha sido presidente del partido, senador, secretario de la Función Pública y director del IMSS.

Your Email address will not be published.