A la terquedad de la gobernadora Rocío Nahle de vociferar que la maestra-taxista Irma Hernández murió de un infarto, la presidenta Sheinbaum le volteó ayer un bofetón.
Todo homicidio es lamentable y particularmente el de la maestra, dijo, para no dejar duda de que Irma fue asesinada: “Un homicidio por un infarto derivado de la situación que estaba viviendo o derivado de una agresión directa”.
Palabras que parecieron encauzadas contra el matonismo verbal de Nahle, quien, por lo visto, creyó que echando mano del gastado recurso de asumirse como víctima de la conspiración de los adversarios salvaría la aplastante realidad: en territorio veracruzano, una mujer sexagenaria apareció muerta una semana después de haber sido secuestrada, y unas horas después de ser obligada a grabar un video, hincada, rodeada por 12 intimidantes personas con armas largas.
Qué bajeza política y qué miseria humana de la mujer que gobierna Veracruz, quien, además, tuvo el arrojo de señalar con dedo flamígero a los “miserables” que difundieron y “llevaron a niveles de escándalo” la noticia de la muerte de la maestra-taxista.
Miserable, Rocío, es desertar de la responsabilidad de dar paz y seguridad a sus gobernados.
Y usted viene de esa escuela. Miserable ha sido su falta de sensibilidad ante la atrocidad. Al menos no la grite.