Hay herederos que nacen para engrandecer el legado. Otros, simplemente, para enterrarlo. Ovidio Guzmán López parece estar entre los segundos. El hijo que no era, el que prefería montar a caballo y cuidar ganado antes que presumir rifles dorados y camionetas blindadas, hoy es el hombre que podría enterrar lo que su padre construyó a sangre, plomo y dólares: el Cártel de Sinaloa.

De perfil bajo hasta que el Culiacanazo lo puso en los encabezados del mundo, Ovidio fue siempre una figura incómoda dentro de la dinastía criminal. Ni Iván Archivaldo ni Jesús Alfredo lo reconocían como igual. Lo veían más como un primo lejano, uno que no estaba hecho para el negocio familiar. Ahora, desde una celda en Estados Unidos, El Ratón canta. Y podría cantar tanto y tan bien, que su voz entone el réquiem del cártel más poderoso de México.

La justicia gringa —pragmática como pocas— no premia arrepentimientos morales, sino información útil. Si Ovidio habla, si realmente habla, podrá negociar no solo su condena, sino una nueva vida. Esa posibilidad lo tiene solo, deprimido, traicionado por su sangre y con poco que perder. La receta perfecta para una colaboración explosiva.

Pero ojo: Ovidio no está en esto por altruismo ni por justicia. Está en esto para salvarse. Y, de paso, para salvar a los suyos: sus hijas, su madre, sus allegados. Jesús Lemus lo dijo con claridad quirúrgica: “Está solo”. Y quien está solo, sin poder, sin aliados, sin horizonte, a veces encuentra sentido en destruir lo que le queda. Sobre todo si eso lo mantiene vivo.

No se trata de un simple canje de testimonios por beneficios carcelarios. Lo que está en juego es el futuro del cártel y la recomposición de todo el mapa criminal en México. Si Ovidio canta, los hilos se desenredan. Y si lo hace en concierto con su hermano Joaquín, como se presume, el espectáculo podría ser de proporciones bíblicas.

La figura que alguna vez fue opacada por los Chapitos, hoy tiene en sus manos la posibilidad de definir quién cae y quién se mantiene en pie. La DEA, el Departamento de Justicia y medio sistema judicial estadounidense ya afilan lápices.

La analogía de Óscar Balderas es quirúrgica: si el Cártel de Sinaloa fuera un organismo, estaría entrando en fase terminal. Desde la tercera captura del Chapo en 2016, la estructura comenzó a enfermar. La extradición lo dejó sin cerebro. El Culiacanazo reveló su descomposición emocional. La recaptura de Ovidio y la detención de El Mayo fueron los últimos órganos en fallar. Lo que queda es una red fragmentada, violenta, sin coordinación ni narrativa.

Y como en toda enfermedad degenerativa, el cuerpo comienza a atacarse a sí mismo. La guerra interna entre los herederos de Zambada y Los Chapitos ya dejó más de mil muertos y miles de desaparecidos. En Sinaloa ya no mandan los narcos: mandan los fantasmas.

Las autoridades estadounidenses lo saben. Por eso el reloj ya empezó a correr. Ovidio tiene seis meses —según Balderas— para demostrar su valor como testigo colaborador. Seis meses para apuntar nombres, estructuras, rutas, cuentas, políticos, funcionarios. Seis meses para demostrar que vale más vivo que muerto.

La paradoja es brutal: el hijo que nunca quiso ser capo podría ser quien desmantele el negocio familiar. El “niño bueno” del rancho, el que no se juntaba con los narcolords de la familia, se convierte hoy en el Judas que, por necesidad, venganza o supervivencia, lo va a contar todo.

Y si canta como se espera, podría enterrar para siempre el imperio de su padre. No con fuego ni balas, sino con palabras.

Ovidio Guzmán López no será recordado por sus proezas criminales ni por su liderazgo temido. Será recordado, quizá, como el último clavo en el ataúd del Cártel de Sinaloa. Un hombre roto que, en busca de redención, arrastrará con él a toda una generación de narcos.
El sepulturero de un imperio de sangre.
El hijo que acabó con el mito.

José Luis Parra

José Luis Parra es un periodista con más de 40 años de experiencia en medios locales y en Notimex. Fundador de SonoraPresente y autor de la columna Bisturí.

Your Email address will not be published.