Cuando un país necesita entender su historia reciente, pero no quiere leerla, la canta. A ritmo de tuba, bajo sexto y metralla. Así se convierte un corrido en documento. Así pasa con El Árbol del Mayo, ese retrato sin maquillaje del capo más longevo y esquivo que ha tenido el narco mexicano: Ismael Zambada García.

La letra—más cercana a la crónica que a la ficción—se escribió antes de que lo atraparan, pero ya lo describía con tono elegíaco. El corrido de Mario “El Cachorro” Delgado, rematado por la voz melancólica de Ariel Camacho, se volvió himno, profecía y despedida. El Mayo cayó el 25 de julio de 2024, traicionado por su ahijado Joaquín Guzmán López, hijo del Chapo. Y aunque parezca un plot twist barato de Netflix, no lo es. Es México.

“Vivo entre lujo y riquezas, pero no están los que quiero”. Frase demoledora. Porque revela lo que no suele caber en las noticias judiciales ni en los partes militares: que el narco también llora. Y que el poder sin afecto es solo otra forma de soledad.

El Mayo llora al hijo preso, Vicente Zambada Niebla; al nieto muerto en un accidente de cuatrimoto; a su hermano Jesús Reynaldo “El Rey” Zambada, capturado en 2008. Llora también la distancia con sus otros “retoños”. Y agradece a sus leales: Bernardo, Alonso, Ramón, Compa Peña. Todos ellos nombrados en el corrido, como en una especie de acta notarial de lealtades.

El mensaje no es sutil: el jefe no se rinde, pero tampoco olvida.

No es coincidencia que la canción abra desde Caborca, Sonora. La región está en guerra, aunque el gobierno estatal exija pruebas mientras las madres buscadoras encuentran narcofosas con decenas de cuerpos. El crimen organizado no solo controla rutas, también produce cultura: videos, himnos, héroes. A falta de instituciones que narren, los narcocorridos dan voz a lo que el Estado silencia.

El Árbol del Mayo es más que la historia de un narco. Es una biografía no autorizada con guitarra. El propio Zambada, en entrevistas con Diego Osorno y la familia Scherer, aceptaba que su negocio seguiría con o sin él. Que ya había ramas nuevas. Mandos listos. Herederos, aunque sin nombre.

Y eso retrata la última línea del corrido: “El árbol sigue de pie, sus ramas le dan la vida”. Porque el negocio del narco nunca ha sido unipersonal. Es estructura, es empresa, es cultura. El Mayo lo entendió antes que nadie. Por eso nunca pisó una cárcel mexicana. Por eso cayó sólo cuando uno de los suyos le cortó la rama.

Tal vez no debamos leer El Árbol del Mayo como una apología. Mejor como espejo. Refleja al país que somos: donde el poder se hereda a tiros y la tristeza se canta a grito pelado. Donde un capo puede volverse leyenda sin salir jamás en un libro de historia. Porque aquí la historia la escriben los vencedores. Y los compositores.

Así que no se extrañe si dentro de poco le toca escuchar la siguiente estrofa del nuevo Mayo. Con nuevos nombres, nuevos nietos muertos, nuevas lealtades, nuevos traidores. Pero la misma melodía.

Porque el árbol, nos guste o no, sigue de pie.

José Luis Parra

José Luis Parra es un periodista con más de 40 años de experiencia en medios locales y en Notimex. Fundador de SonoraPresente y autor de la columna Bisturí.

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