Todo lo realizado el sexenio pasado en torno a la industria aérea cae en la categoría del desastre. No sé si por la aparente fobia de López Obrador a los aviones, pero no hay una sola decisión acertada: desde la cancelación del aeropuerto en Texcoco, que hoy ya habría solucionado la causa de problemas que ahora se nos presentan, pasando por el virtual regalo del avión presidencial, luego de rifas e innumerables shows (para que López Obrador terminara volando en aviones de la Fuerza Aérea Mexicana) hasta la decisión de no remodelar el aeropuerto Benito Juárez, construir con prisas el Felipe Ángeles, inaugurarlo sin las vías de acceso suficientes, seguras y rápidas para operarlo; y de enviar allí todo el transporte de carga sin consultarlo con empresas y violando, con ésa y otras medidas, el convenio aéreo firmado con Estados Unidos en 2015. En medio de todo eso, nos pasamos la mitad del sexenio pasado en Categoría Aérea Dos, el mismo nivel que Venezuela, Bangladesh, Malasia, Tailandia, Pakistán, Ghana, Curazao y la Organización de Estados del Caribe Oriental. Con las sanciones estadunidenses y el deterioro existente en la operación aérea en sí, corremos el serio riesgo de regresar a ella.
Pero cuando vemos cómo ha ido tomando forma el cerco que ha tendido la administración Trump sobre México, podemos comprender cómo todas estas medidas están coordinadas y la magnitud de la herencia maldita que dejó López Obrador. Y, con ello, el grado de exigencia que nos impone nuestro principal e irremplazable socio comercial.
Hay de todo, en primer lugar, los aranceles, puestos, retirados, vueltos a poner y con un futuro aún por definir; están las sanciones contra la industria automotriz, que se ve amenazada internamente por la invasión de automóviles chinos sin que los mismos cuenten con plantas en México para producirlos.
Está el tema del gusano barrenador, una irresponsabilidad del gobierno de López Obrador, que canceló las medidas e instalaciones para combatirlo y permitió la importación ilegal de ganado desde Centroamérica. La decisión de prohibir el glifosato y los productos genéticamente transformados nos costó una sanción en el T-MEC de millones de dólares y provoca retrocesos a nuestra industria en forma constante. Los aranceles al jitomate mexicano afectan uno de nuestros principales productos de exportación.
Están los aranceles al aluminio, al acero y al cobre, muy directamente relacionado en el caso del acero con la importación de este producto de China y su venta a Estados Unidos como si fuera nacional, otra herencia directa del lopezobradorismo. La reforma energética también ha dado pie a demandas porque se violó el T-MEC, y eso se termina asociando, además, con todo el tema del contrabando de gasolinas y derivados del petróleo, una de las industrias ilegales más florecientes durante el sexenio anterior. Como si no fuera suficiente, otro tema de profunda controversia es que México le regale crudo y gasolinas al régimen cubano, lo que generará sanciones a nuestro país, como sucederá también con la contratación, en condiciones de absoluta inequidad para ellos, de médicos cubanos al gobierno de ese país.
Ni hablar de la espada de Damocles que pende sobre el sector financiero luego de las sanciones a Vector, CIBanco e Intercam, y la amenaza contra otras instituciones. Se pudo comprobar que con una declaración se puede enviar prácticamente a la quiebra a buena parte del sector. Ahí, el tema es el lavado de dinero, estimado por el gobierno de Estados Unidos en nada más y nada menos que 44 mil millones de dólares al año, ésos son los recursos, dicen, que se lavan en México y que genera el crimen organizado.
Todo gira en torno a corregir los desajustes que provocó la pésima gestión de gobierno de López Obrador, sobre todo en sus últimos tres años, pero, además, a romper con las redes de protección y complicidad política que permitieron que se dieran esos negocios, corruptelas e insensateces que generaron esa ganancia ilegal de 44 mil millones de dólares, que, según el Departamento del Tesoro estadunidense, empoderaron a los grupos criminales y provocaron miles de muertos y desaparecidos. Y detrás de todo eso está, como el argumento geopolítico central, la relación con China y, adicionalmente con Rusia, con Cuba y Venezuela.
Más temprano que tarde se tendrá que tomar una decisión: asumir el aislamiento y el cerco, con el consiguiente estancamiento crónico de la economía nacional y el deterioro político y social, o aceptar que se deben remover los lastres de la administración López Obrador, corregir el rumbo del país y establecer un orden de prioridades basado en el interés nacional, no en el de un grupo de personajes del pasado de la 4T.
- PATEAR EL BOTE
Cuando Javier Duarte era el candidato al gobierno de Veracruz, durante una comida con unos pocos periodistas, le preguntamos qué haría con la deuda que le había dejado Fidel Herrera al estado. Es muy simple, nos dijo, como no la podemos pagar, vamos a patear el bote para el próximo gobierno. Es la misma estrategia que está siguiendo hoy el gobierno federal con Pemex. A patear el bote e incrementar la deuda a ver si se puede hacer rentable, por lo menos en libros, una empresa quebrada.