No es la primera vez que una crisis gestada en Tabasco cruje en la médula del gobierno federal. Guardadas todas las proporciones desde Tomás Garrido Canabal hasta Adán Augusto López los ecos del trópico resuenan, dificultan y también provocan.

Garrido Canabal, el callista anticlerical autoritario, huyó defenestrado en el umbral del cardenismo (1935). Carlos Madrazo primero pagó su disidencia en Lecumberri (en los cuarenta del siglo pasado) para rehacerse, llegar a la gubernatura tabasqueña, ser figura nacional y luego igualmente defenestrado para, según testimonios sólidos, ser asesinado en un avionazo de Estado, en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1969).

Roberto Madrazo, su hijo, pataleó ante Ernesto Zedillo que quería congelarlo con una Secretaría de Estado, se rebeló hasta llegar a tomar el PRI y ser candidato presidencial y luego perder en las urnas (2006). AMLO, el fenómeno tabasqueño que ha dominado políticamente un cuarto de este siglo, pasó del infierno a la gloria y su legado ahora estremece. No se rindió (2024).

Adán Augusto es seña de ese vendaval. Fue encumbrado por AMLO para asustar en la precampaña presidencial, creyó en la decisión divina y mordió polvo en el extravío. Tejió redes como pocos. Complicidades, ínfulas y promesas. Acumuló un capital que parcialmente dispuso para los comicios presidenciales y muchos de sus apoyadores, sobre todo gobernadores, al ser derrotados quedaron a merced de una Presidenta que como candidata despreciaron y combatieron. Ahora, le temen.

En los ciclones provocados por políticos del sureste no ha habido punto de negociación. Los líderes tabasqueños han jugado a las vencidas y desafiaron la ley del ierro: encierro, destierro o entierro. Con Garrido fue destierro. Carlos Madrazo padeció encierro y entierro. Roberto Madrazo y AMLO la jugaron democráticamente, no sin antes ser amenazados con la cárcel o el exilio.

Adán Augusto López es un personaje político híbrido. Amigo de la familia de AMLO, circula políticamente entre el cardenismo y el priismo en sus inicios políticos. Pero en las peores épocas de persecución de AMLO en Tabasco permanece en el PRI, incluso coordina la campaña a gobernador de Manuel Andrade donde traba la relación con Hernán Bermúdez, la causa de los malestares y la corrosión actual de la 4T.

Tabasco prometía ser la enseña de la transformación prometida. Padece ahora una inseguridad crónica, el ejemplo de la complicidad de gobierno y delincuencia, una horadación social, es la puerta de la migración ilegal, el orificio de entrada del gusano barrenador, la fiesta y bullicio del despilfarro de Dos Bocas, depositario de recursos para obras públicas sin rendición de cuentas y las arcas gubernamentales lastimadas que desesperan a sus nuevos gobernantes.

El desgarramiento interno que experimenta la 4T por la complicidad de gobiernos de Tabasco con delincuentes, no proviene de una filtración publicada en algún medio detestado por el régimen sino de indagatorias de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum. Son las cloacas destapadas por los policías del régimen de la 4T las que provocan la emanación de las sospechas y de las certezas. Es, al fin y al cabo, una depuración.

Los políticos tabasqueños, se sabe por historia acreditada, no negocian. O Adán Augusto se lanza hacia adelante (difícil con los débiles apoyadores que tiene) o asume su traslado al cadalso político. O hace un partido político o se hace a un lado en la coordinación senatorial, pide licencia como senador, permite que Javier May gobierne sin presiones y suelta las amarras. No es que May llene sus zapatos. Hace rato que Tabasco quedó en orfandad política y May no puede con el paquete.

La resistencia de Adán pone en riesgo a gobernadores que le siguen y a precandidatas que le veneran. Desde luego que hay resistencias para hacerlo a un lado. No es menor patear la cuna con el prócer en el rancho de al lado.

Pero lo evidente es el emblema de la inmensa incongruencia. No eran iguales, decían.

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