Quien por golpe mediático vive, por golpe mediático muere. Hace una semana las noticias giraban en torno de la Operación Liberación, que había asestado un porrazo a las redes de extorsión en el Estado de México, manejadas por la Familia Michoacana.
En conferencia de prensa, autoridades civiles y militares, federales y mexiquenses, presumieron la detención de ocho personas; el aseguramiento de animales y materiales de construcción, y la intervención de oficinas “sindicales” y negocios diversos, luego de cateos simultáneos en 52 establecimientos de 14 municipios de la entidad, con el objetivo de desmantelar redes criminales vinculadas con la extorsión.
Desde luego, no es reprochable que se actúe contra la delincuencia organizada. Era lo que muchos esperábamos después de un sexenio de abrazos sin balazos, en el que la criminalidad creció como nunca, especialmente la que se dedica al ramo de la extorsión. Sin embargo, se quedó la impresión —al menos en mí— de que allí hubo más ruido que nueces. Particularmente cuando se publicitó de tal manera el reparto de los animales incautados, como un acto patrocinado por un Robin Hood del Bienestar.
El golpe mediático parecía haber dado resultados hasta que surgió uno de mayor calado. Un grupo criminal que se hace llamar Mafia Veracruzana grabó un video en el que aparecía una mujer taxista, arrodillada y rodeada por hombres fuertemente armados y embozados. La víctima fue obligada a leer un comunicado en el que llamaba a sus compañeros taxistas a no resistirse a las exigencias de ese grupo de extorsionistas y a que les pagaran la cuota exigida, a menos que quisieran acabar como ella. Apenas cuatro días después, apareció el cuerpo de esa mujer, quien había sido levantada por sus victimarios a plena luz del día, frente al mercado municipal de Álamo Temapache, en el norte del estado.
Es decir, mientras se llevaba a cabo la Operación Liberación contra la Familia Michoacana en el Estado de México, la susodicha Mafia Veracruzana no parecía sentir la menor preocupación al ventilar en redes su negocio ilegal, secuestrando a quien, luego se supo a nivel nacional, era una maestra jubilada de nombre Irma Hernández Cruz; obligándola a lanzar un mensaje de amedrentamiento para el resto de los taxistas de la localidad, y, finalmente, abandonando su cuerpo para mostrar que la amenaza iba en serio.
Si estaba desplegado todo un operativo policiaco y militar en el Estado de México, a esos delincuentes veracruzanos les importaba muy poco. Ellos iban por sus cuotas. Y si alguien llegó a pensar que lo de Álamo era un fenómeno muy localizado, sin implicaciones para el resto del estado, pronto se daría cuenta de su error.
Casi al mismo tiempo de que se encontró el cadáver de Irma, se difundió un video grabado en otro punto del extenso territorio veracruzano —en Oluta, a 500 kilómetros al sur— donde un taxista era tableado por un delincuente, presuntamente por no cumplir exigencias semejantes. Si a alguien que vio dicho video en el extranjero no le dijeron que sucedió en México, quizá se haya ido con la finta de que pasó en un lugar de Oriente Medio o de África, donde priva el integrismo por encima de la ley civil. “Parecía cosa de la sharía”, me comentó el viernes un embajador acreditado en nuestro país, quien vio el video después de que lo posteé en mi cuenta de X.
La extorsión es un problema gravísimo en México, que está rompiendo el tejido económico, expoliando el ingreso de las víctimas y restando poder a la autoridad constituida, pues muchos deben preguntarse para qué seguir pagando sus impuestos formales cuando los delincuentes, contra quienes nadie los protege, les están cobrando los suyos.
Es bueno que la autoridad ya se haya dado cuenta de lo grave de la situación, pero para combatir este delito hace falta más que golpes mediáticos. Porque éstos también los saben dar los delincuentes, y muchas veces, por la naturaleza despiadada y aterradora de sus mensajes, lo hacen de forma más efectiva.
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