Donald Trump, ese viejito de copete amarillo que no se resigna al retiro, volvió a hacer lo que mejor sabe: patear el tablero comercial. Esta vez su ojo depredador cayó sobre el cobre, ese humilde mineral que, sin alardes, alimenta al mundo eléctrico. Y claro, si hay cobre en el menú, el primer estado en sonar la alarma es Sonora.

Porque sí, señoras y señores, el norte de México no solo exporta calor y narcopolítica; también exporta cobre, y mucho. En 2024, México le vendió a los gringos mil 59 millones de dólares de cobre y manufacturas derivadas. ¿Cuánto de eso salió de Sonora? Solo 217 millones, es decir, el 20% de toda esa montaña metálica. Y ahora, Trump, que no entiende de T-MEC ni de cadenas de suministro, amenaza con ponerle un arancel del 50%. Así, sin vaselina.

La lógica es brutal: si el cobre se encarece artificialmente por culpa del capricho de un presidente que se cree emperador, no solo pierde el exportador. Pierde toda la cadena. Pierde el norte industrial. Pierde México. Pero también pierde Estados Unidos, porque —como recordó un economista— no produce ni de lejos todo el cobre que necesita. Así que el tiro les puede salir por la culata. Pero ojo: antes de eso, nos duele a nosotros.

Y mientras la amenaza del arancel pende sobre la cabeza de los exportadores como espada oxidada, en Sonora también retumban otros truenos: los del narco y los de la política. Porque Alfonso Durazo, el gobernador, sigue más ocupado en limpiar la casa de Morena que en blindar a los productores de su estado.

Qué irónica resulta la historia: un estado con minas, narcofosas, balaceras, y ahora también con amenazas comerciales. ¿A quién le va a rendir cuentas Durazo si el cobre se cae del mapa exportador? ¿A sus aliados en Morena? ¿A las madres buscadoras? ¿A los empresarios locales que aún creen en el T-MEC como salvavidas? ¿O va a decir que no hay pruebas de que el cobre tenga problemas?

Eso sí, el mercado reaccionó con su estilo histérico: los contratos de futuros del cobre subieron 17% en un día. Fue la mayor alza desde 1968. No fue el amor a México, fue el miedo a Trump. Porque si se impone el arancel, muchos van a correr a comprar cobre antes de que la aduana les clave el 50%. Oferta artificial, demanda nerviosa, y precios por los cielos.

Claro, a mediano plazo la burbuja se desinfla. Porque los mercados no son tontos, solo histéricos. Lo saben en Banamex, en Banco Base, y hasta en la Casa Blanca (aunque finjan demencia). En este ajedrez comercial, los peones somos nosotros.

El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá se vendió como el chaleco antibalas del comercio. Pero a la hora de los trancazos, las excepciones siempre aparecen. Ya nos impusieron aranceles al acero, al aluminio, a los coches, a las latas, y hasta por temas de migración y fentanilo. ¿En serio creen que el cobre se va a salvar?

Quizás sí. Quizás no. Depende de qué tan fuerte grite México. O de si Canadá se suma al berrinche. Pero en esta telenovela comercial, Trump tiene el control remoto. Y le gusta cambiar el canal sin avisar.

¿Qué sigue? ¿Ponerle impuestos al sol porque lo aprovechamos en energía? ¿Arancel al aire comprimido porque los mexicanos respiran muy barato?

Sonora debe encender sus alarmas. La industria minera, que ya carga con la etiqueta tóxica de contaminación y corrupción, podría ser sacrificada en el altar del populismo electoral estadounidense.

Y si eso ocurre, no será por falta de recursos, sino por falta de visión política. Porque mientras Trump construye su muro comercial, en México apenas comenzamos a entender que el futuro también se escribe con C: de cobre, claro. Pero también de caos.

José Luis Parra

José Luis Parra es un periodista con más de 40 años de experiencia en medios locales y en Notimex. Fundador de SonoraPresente y autor de la columna Bisturí.

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