Durante mi larga carrera política aprendí a conocer al derecho y al revés a mis queridos compatriotas, así como a descubrir de qué están hechos.
Más tarde, dos maleantes me ofrecieron “la grande” si yo me comprometía a no encarcelarlos. ¡Claro que les di mi palabra, no los encarcelé y me catapultaron al infinito! Fue divertidísimo… Pero ya que hablamos de alegría, vale la pena recordar los lamentos de los pirrurris cuando, antes de acceder al cargo, sin facultad legal alguna, les cancelé su aeropuertito. ¡Ay, las quejas y los lloriqueos de los queridos fifís en la prensa y en las redes sociales, me hicieron gozar lo increíble! Fue una auténtica borrachera de poder, pero después, todos calladitos o no se la acababan…
Siempre estuve convencido que el asesinato de 10 mujeres mexicanas al día “no causaba malestar social”, por lo que cancelé el presupuesto para los Refugios de Mujeres Golpeadas, clausuré 9 mil estancias infantiles que atendían a 350,000 menores, esfumé la Fundación del Cáncer de Mama sin “tener problemas de conciencia” porque “México es un país feliz, muy feliz”. ¿Quién no quiere gobernar un pueblo acobardado cuando tiene la impunidad garantizada?
Los eternos chillones me critican por privilegiar mis llamadas obras faraónicas, en lugar de fortalecer los sistemas de salud y de educación y de construir infraestructura. Pero a ver, ¿a los criticones les importó que asesinaran durante mi administración a más de 200 mil “animalitos”, más otros 100 mil desaparecidos que no servían para nada? ¿Alguien protestó? ¡No! Entonces, que ni se quejen. Lo único malo es que los muertos no votan…
No me arrepiento de haber endeudado al país sin rendir cuentas ni de haber desaparecido al INEE, a ProMéxico, al Seguro Popular, al Insabi, a 10 subsecretarías, a la Cofece, al IFT, al INAI, al Coneval, a la CRE, a la CNH y al Seguro Popular y dispuse de la lana de 109 fideicomisos inútiles, a mi gusto… ¿No fue genial cuando logré someter al INE y al Tribunal Federal Electoral, creados por los corruptos neoliberales para sostener una democracia que ni a ellos le conviene? ¡Claro que me apropié, entre sonrisas, del Poder Judicial y callé a billetazos y amenazas a la mayoría de los medios de difusión!
Domar a los periodistas infiltrados en las mañaneras con mentiras de a kilo y silenciar con amenazas a las cámaras empresariales, uniones, escuelas, barras y sindicatos, y a buena parte de los comentaristas y columnistas cuando, entre sollozos feminoides me atacaban denunciando, con razón, que yo construía una dictadura, también me hizo muy feliz…
Todavía no sé cuándo me divertí más, si al robarme la mayoría calificada en el Congreso de la Unión o al nombrar presidente de la Corte a un personaje que ignora la existencia de una Constitución. Lástima que algunos pirrurris no compartan mi alegría, porque el pueblo bueno sí sonríe cuando le regalo una parte enorme del pastelote del presupuesto público… ¡Viva la diversión!, ¿no…?
Tomado de mi próxima novela: “Se los dije…”.
Excelente nota, que resume el ascenso c0rrupt0, de un narc0c0rrupt0, en un país de idhi0tas c0rrupt0s; pero faltó el “ingrediente” principal de tal ascenso: su alianza, c0mplicidad y alcahuetería con el narc0