TACO. No, no es la ya famosa y potente vitamina ‘T’ que, en cantidades industriales, produce México. Me refiero al acrónimo en inglés que significa ‘Trump siempre le saca’ (Trump Always Chickens Out). Y empiezo por mencionar esto no porque quiera trivializar la situación por la que hoy atraviesa el mundo, sino simplemente porque deseo contextualizar los motivos detrás de la toma de decisiones.

En nuestro país conocemos de sobra, pues uno estuvo despachando como presidente de la república seis años, a personajes que mucho se parecen a Donald Trump. A unos y a otros no les vayan a decir que no pueden hacer algo o que se acobardaron y que eso los contuvo, porque entonces ponen todo su empeño en realizar sus intenciones originales y con creces.

El lunes, Trump salió urgentemente de la cumbre del G-7 argumentando que quería ponerle un ultimátum a Irán, más para el miércoles ya establecía un nuevo plazo de dos semanas para proceder a la ofensiva o, bien, para optar por pláticas diplomáticas. El problema es que en ese momento volvió a resonar en la arena internacional lo del TACO y eso llevó a que el presidente estadounidense se sintiera presionado y optará por mostrar —finalmente— su lado realmente agresivo ante las audiencias de su país y del mundo. No lo justifico, por supuesto; tan solo lo explico.

Nunca se debe acorralar a un político. Con mayor razón si este tiene poder y recursos. Hacerlo significa que se enfurezca y salte la cerca y haga lo que había previamente contemplado, independientemente de su poco conocimiento o del casi nulo apoyo por parte de su equipo de expertos.

Sabedor de que muy probablemente no le darían la razón, el mandatario no pidió permiso al Congreso de los Estados Unidos; tampoco avisó (solo le correspondía avisar) a los integrantes de la OTAN. Sencillamente acordó con Benjamín Netanyahu y desplegó el lanzamiento de bombas destructoras de bunkers subterráneos (bomba antibúnker de 14 toneladas llamada GBU-57 Massive Ordnance Penetrator). El objetivo era destruir los depósitos iraníes de uranio enriquecido necesario para fabricar armas nucleares. ¿Lograron pulverizar las centrales? No lo sabemos, independientemente de que el gobierno estadounidense lo celebró. ¿Existe la posibilidad de una eventual contaminación radioactiva? De acuerdo a expertos, no puede descartarse.

Como nunca, ante estos hechos hay lecturas encontradas; desde los que consideran a Trump como el salvador del mundo, hasta quienes consideran que cometió un gravísimo error pues sus acciones tendrán graves consecuencias para todo el planeta.

En ello, es interesante constatar que efectivamente, por ahora, ni siquiera Rusia, el otrora aliado de Irán, quiere que este país tenga armamento nuclear, más tampoco hay una señal generalizada de que se apoye a Estados Unidos. La Unión Europea y la OTAN han condenado las acciones unilaterales de la Unión Americana.

Ahora bien, analicemos los hechos por un momento: desconozco si la participación de EEUU era imprescindible en la guerra Irán-Israel, pero sea cual sea la realidad, hay alta probabilidad de que las implicaciones y los resultados (económicos, sin duda) sean enormes. Asimismo, sea cual sea finalmente el desenlace de esta guerra, es menester subrayar que si Estados Unidos se sumó a la ofensiva fue porque Trump se sintió anímica y políticamente acorralado al ser catalogado como un farsante y desde su vulnerada cresta, como gallo de pelea, es que se se lanzó a dar una incierta lección que aún no sabemos cómo resultará.

Verán ustedes, terminar con Irán es más sencillo que terminar con el régimen chiita imperante. Y no es que terminar con ese país sea fácil (Irán no es Palestina; cuenta con un ejército de élite y armamento pesado), pero negociar con un liderazgo teocrático eso sí que es sumamente complicado. En el mundo occidental, incluidos Trump y su gobierno, estamos acostumbrados a amenazar o conciliar con gobiernos sustentados en normas, estructuras y una administración pública. Burocracia le llamamos. Naciones como Irán, en cambio, están estructuradas gubernamental, social y culturalmente hablando en torno a una causa y se manejan de forma atomizada y subrepticia. Vale la pena comparar a quien toma las decisiones en Irán con una hidra, el monstruo de las mil cabezas (algo que actúa de manera semejante al narcotráfico), más que al gobierno de Washington, DC.

Esto es relevante porque, cuando Trump habla de rendición de los iraníes, cuando lanza ultimátums, en el fondo no existen destinatarios concretos para sus palabras. Permítanme ponerlo de esta forma: es como enviar un correo electrónico en cadena y esperar que el mensaje no termine en el buzón de spam…

Pero ese no es el peor de los males: los ataques del mundo occidental no asegurarían terminar con las autoridades y las sociedades teocráticas del Medio Oriente. Es más probable todo lo contrario: aniquilar a una cabeza o a un grupo hará que crezca otro y que este sustituya al anterior. En el proceso (nuevamente piensen en el combate al narco) arreciará el conflicto en esa región y en el resto del mundo. Una parte —la menor— del ejército de Irán es fuerte e institucionalizada, la mayor parte no lo es. Esta segunda parte se compone de seguidores que llevan a cabo una guerra santa contra los infieles, que somos todos los que no creemos en Alá…

Trump le habla a los primeros, creyendo que eso tendrá efectos en los segundos. Grave, gravísimo error de comunicación.

Verónica Malo Guzmán

Verónica Malo Guzmán es politóloga, consultora política y columnista de opinión. Miembro de International Women’s Forum, destaca por su análisis crítico y su experiencia en temas de política y sociedad.

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