La irrupción del movimiento chicano en los sesentas en Estados Unidos condensó décadas de resistencias de la creciente comunidad mexico-americana por sus derechos civiles y contra la discriminación. Pero en aquella época dio el gran salto para abrir paso a la comunidad a una inserción económica y social que ahora está bajo asedio.
“Con toda su pasión y violencia, la década de 1960 fue un estallido de idealismo, una rebelión juvenil contra una guerra desacertada y el racismo y la misoginia que acechaban en los tranquilos suburbios y la prosperidad ‘Made in the USA’ de los años 50. Había una convicción en las canciones, las reuniones románticas, las protestas e incluso las drogas alucinantes de que el mundo podía mejorar”, escribió recientemente el periodista Serge Schmemann (NYT, 9/06/2025).
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Corona estaba decidido a proyectar la lucha chicana a nivel nacional. Movilizó a mexico-americanos para apoyar decididamente la precandidatura demócrata a la Presidencia de Robert Kennedy asesinado en California, también en 1968, en medio del ambiente de polarización política de la sociedad estadounidense.
“Fue muy importante Bobby Kennedy y la campaña de 1968 porque elevó a los mexicano-estadounidenses como actores políticos nacionales. Por primera vez, nosotros y nuestros problemas fuimos vistos como parte de la agenda nacional de Bobby… A pesar de la tragedia del asesinato, la campaña de 1968 cambió ciertas cosas de nosotros. Su campaña nos dio experiencia política a nivel nacional. Nos enseñó cómo nosotros, como mexico-estadounidenses, podríamos llevar nuestra acción política a nivel nacional con otros grupos”. (Memorias de la historia chicana. Mario T. García).
La trascendencia de aquella batalla resuena hoy. Los mexico-americanos, al paso del tiempo, se insertaron, con derechos en la sociedad estadounidense. Los que hoy marchan y los que se oponen a la política migratoria de Trump son nietos o bisnietos de la generación de Corona y de César Chávez. Los jóvenes de hoy, estadounidenses de nacimiento, van de la mano de Dolores Huerta, compañera de batalla de Corona y Chávez. No es como antaño una lucha de pizcadores. Va más allá. Hay empresarios, comerciantes, profesionistas, obreros, que se abrieron paso en EU venciendo la discriminación.
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“Usted y Biden permitieron que millones de inmigrantes ilegales inundaran EU y luego les dieron asistencia social. Muchos han violado y asesinado a estadounidenses. El presidente Trump envió más de 10 mil soldados a la frontera y redujo drásticamente las entradas ilegales en un 99.9 por ciento. Ahora, está expulsando a los invasores de Los Ángeles”, replicó recientemente Stephen Miller, el consejero principal de Trump en la Casa Blanca, al gobernador de California, Gavin Newsom.
“Parecería la década de 1960, pero es peor”, dice Serge Schmemann ante ese ambiente de polarización y persecución. El mensaje inequívoco de MAGA, el movimiento que sustenta al gobierno de Donald Trump, afirma, es revertir “los logros de la década de 1960: desmantelar los derechos civiles, la tolerancia sexual, la protección al medio ambiente, el activismo universitario”.
Eliminar ese legado tiene que ver centralmente con cercenar libertades, derechos civiles y democráticos. No contra invasores.