HERMOSILLO, Son.— Una guerra silenciosa por el control del desierto sonorense ha provocado el colapso económico de la región, mientras que el crimen organizado ha extendido su dominio sobre las actividades ganaderas, agrícolas, mineras y cinegéticas, según testimonios de habitantes y autoridades locales.
Desde hace cinco años, convoyes de sicarios fuertemente armados comenzaron a invadir los ranchos que cubren la franja desde Hermosillo hasta la frontera con Estados Unidos y Baja California, utilizando vehículos blindados de fabricación artesanal conocidos como “narcotanques”. Según afectados, los criminales roban ganado, despojan de propiedades a los rancheros y establecen bases operativas en zonas estratégicas para sus intereses.
La situación ha impactado severamente la derrama económica en la región, especialmente en la temporada cinegética 2024-2025, ya que gran parte de los ranchos que ofrecen este servicio a ciudadanos estadounidenses han sido tomados o abandonados ante la violencia.
“En todos los caminos hay presencia de estos grupos; tumban candados, abren puertas y se instalan donde quieren”, denunció un ranchero entrevistado por Proceso.
El fenómeno, de acuerdo con autoridades, está ligado a la fragmentación del Cártel de Sinaloa, cuyos grupos disputan actualmente el control del territorio. Víctor Hugo Enríquez García, extitular de la Secretaría de Seguridad Pública estatal, señaló que estos grupos han diversificado sus actividades delictivas en la región, incluyendo extorsión, robo de ganado, explotación minera irregular y tráfico de personas.
El exfuncionario, quien renunció tras la fuga de un líder del grupo delictivo Los Salazar del penal de Hermosillo, comparó el escenario actual con el modelo de colapso económico observado en Colombia durante la expansión de los cárteles del narcotráfico.
Además de la cacería, los ranchos afectados por la violencia solían ser usados también para la producción agropecuaria enfocada en la exportación al mercado estadounidense, sector que hoy enfrenta una caída sostenida.
La mayoría de los ranchos cinegéticos en la entidad eran rentados por ciudadanos de Estados Unidos, por su cercanía con la frontera y el alto valor en dólares del servicio, lo cual incentivaba la economía local en comunidades del norte sonorense.