Mucho que remarcar hay en el video producido para que el secretario de Organización de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, se sacudiera los cuestionamientos por la baja participación en los comicios de la reforma judicial y los grises números del partido en las votaciones de Veracruz y, especialmente, Durango.
Me concentro en el empecinamiento mágico-religioso de llamar a su padre, Andrés Manuel López Obrador, el mejor Presidente de la historia de México. Puede entenderse desde el cariño filial, pero ¿en qué basa la afirmación? Hagamos a un lado a los muertos de la pandemia, el desastre de la salud pública o la economía que no creció ni un punto promedio en los seis años que gobernó.
El 1 de octubre, cuando dejó la Presidencia, México ocupaba el lugar 140 de 180 en percepción de corrupción, 195 mil mexicanos fueron asesinados en su sexenio, cinco de las diez ciudades con las tasas de homicidios más altas del mundo eran mexicanas, cada día se cometieron ocho secuestros, las extorsiones explotaron como nunca, México siguió siendo el país sin guerra declarada más peligroso para ejercer el periodismo. Y quizá lo peor: millones de personas fueron dejadas a merced de los grupos criminales. Pero en familia dicen que fue el mejor Presidente. Ya sólo en familia.