Lo que ocurra con México a partir de hoy tendrá un punto de origen: la catastrófica derrota de la oposición en los comicios presidenciales y federales de hace un año de la que no se habla y nadie asume como propia. Se culpa al INE y al Tribunal Electoral por la distribución de senadurías y diputaciones, pero bastaba a los candidatos y dirigentes del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano repetir un resultado parecido al de las elecciones federales de 2021 para que esa sobrerrepresentación fuese imposible, no se diga el plan C, con su reforma judicial, supremacía constitucional y desaparición de órganos autónomos. Sólo por una falta de empeño, talento y honestidad cabría entender que la suma de votos PAN-PRI-MC (añadamos al PRD) en 2021 haya sido de 48% y de 41.5% en 2024. O que el PAN ganador en seis entidades en 2021 sólo lo hiciera en una en 2024, o que el PRI perdiera siete puntos porcentuales. Escribió el expresidente Zedillo en Letras Libres que, con la farsesca votación de hoy, el actual gobierno y su partido terminarán de asesinar a nuestra joven democracia. Puede ser. Pero eso no habría sucedido sin el tamaño de la derrota de la oposición. No estuvo a la altura de un momento que ahora sabemos fue histórico. Aquí están las consecuencias.
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