El régimen sabe lo que cualquier familia. Que contra lo que dijo alguien de Hacienda, no hay ahorros, y la cosa pinta complicadísima. ¿La solución del gobierno-partido? Como en los pueblos, sacar al santo. Hablar de Él. (Sí, ése Él) En el nombre del padre….

Al octavo mes del nonato segundo piso de la continuidad, el primer junior de la nación y otros liderazgos de Morena ponen al centro de la discusión la única figura que puede ayudarles a distraer la atención, a ese que entretiene al respetable como ninguno de ellos es capaz.

Dense una vuelta a La Moreniza en YouTube, pero no a donde el junior se queja de que nadie le reconozca ni el nombre; no, busquen el episodio 8, donde ideólogos guindas enaltecen al padre por el milagro de no haberse perpetuado en la Presidencia. Sólo les faltó el incienso.

Bien vistos, actúan desde la buena fe y la honestidad de su devoción por el fundador, en quien ven colmada su vocación filial (aleluya); como a Andy, a ellos también lo que más enorgullece es sentirse bajo su manto. Venga el coro: “Yo no soy nada, y del polvo nací…”.

En Palacio Nacional no cantan mal las rancheras. Ante la maligna oposición, solidaridad con el hijo pródigo, quien tras fracasar en su primera chamba electoral no será reconvenido, porque por décadas estuvo perdido en otros negocios y lo hemos recuperado. Hosanna.

A diferencia de otros tiempos, la presidenta no tiene tres cartas en el escritorio del despacho de la silla del águila. Nada de eso de que “ante la adversidad, abre un sobre” y culpa al antecesor; nada de echar a las fauces de la prensa a Gustavo, a Luis, a Pepe, a Miguel o Carlos. No.

La presidenta tiene algo mejor. Podrá acordar la oportuna aparición de quien a su vez dirá que tenemos a la mejor mandataria del mundo. ¿Lo oyeron? Palabra de padre.¿Oigan y ganar esa competencia de qué sirve frente a una economía en coma? ¡Del mundo!, dije. Trucazo.

Bienaventurados nosotros que veremos que abandona su mutismo para aliviarnos con su mirada y sus palabras. Salve. Y hablando de sus palabras, este santo varón no vendrá desarmado. Un buen padre nunca llega sin regalos, se sabe.

De su austero sayal (disculpen el pleonasmo, es la emoción) surgirá, cual tilma juandieguina, un libro. ¿Otro libro? ¡Alabado sea! Qué fortuna leer sus parábolas una vez más. Ni el Doctor Simi lo hubiera planeado mejor con una gira nacional de reliquias.

El santo, que en su momento dijo que Gracias era su último libro político, ofrendará a su pueblo otro evangelio. Una buena nueva sobre eso que luego se nos olvida, testarudos de entendederas que somos: nos recordará que tenemos la fortuna de ser el pueblo elegido; versará, declaró, sobre la grandeza cultural de México. Vamos, ustedes se la saben, que “somos el m… p… del mundo”. ¡Bien!

Además, como dice a menudo uno que el sexenio pasado cobró de secretario de Gobernación, los tiempos del señor son perfectos.

Miren si no: presidente de la Corte de origen mixteco, presidenta con el año de la mujer indígena, y reaparición del profeta con libro de la grandeza cultural de la nación… ¡Viva México! Adelanten septiembre, plis.

El padre-santo y el fervor del pueblo.

Los milagros pueden ocurrir, en política las coincidencias no. En el nombre del padre, y con eventuales reapariciones de tata Andrés, en persona o palabra, el régimen intentará que los debates se vuelvan una torre de Babel que impida ver que el segundo piso no levanta.

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