En el peor momento de la historia de la relación con Estados Unidos tuvimos un gran aliado norteamericano. Es oportuno recordar el bochornoso pasaje y a ese hombre vertical, antes que nos consuman los odios.

Al famoso Antonio López de Santa Anna, derrotado en 1836 en la batalla de San Jacinto, lo llevaron preso a Washington, con el presidente Andrew Jackson, y firmó el Acuerdo de Velasco que cedía Texas, convenio que el Congreso mexicano no ratificó.

Años después en 1845, el Congreso estadounidense anexó Texas y reclamó más tierra hacia el occidente. La ambición norteamericana no tendría fronteras. Ese hecho enfureció a militares mexicanos que mandaron tropas más al norte del río Bravo. Ante el desafío mexicano, Estados Unidos declaró la guerra, ocupó Santa Fe, Los Ángeles, y el general Zachary Taylor emprendió el camino sobre tierra mexicana, derrotando, otra vez, a Santa Anna en 1847. Al mismo tiempo, Winfield Scott desembarcó en Veracruz, avanzó y tomó la capital de la República. No lo olvidemos: La bandera de las barras y las estrellas ondeó en Palacio Nacional (sí donde vive Claudia Sheinbaum), el 16 de septiembre de 1847. Ese es el año de los episodios heroicos de los cadetes en el Castillo de Chapultepec, del Batallón de San Patricio que desertó de las filas norteamericanas para unirse a la causa mexicana y, el del general Anaya en la defensa fallida del convento de Churubusco, y la respuesta a la pregunta del general Twiggs, de donde están las armas: ¡Si hubiera parque, no estaría usted aquí!

El 2 de febrero de 1848 gobernaba México el presidente interino Manuel Peña y Peña y se firma la paz con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, rubricaron por el lado mexicano Bernardo Couto, Miguel Atristain y Luis Gonzaga Cuevas, y Nicholas Trist por la norteamericana, tierra a cambio de una indemnización de 15 millones de dólares. Perdimos más de la mitad del territorio, más de dos millones de kilómetros cuadrados, que además de Texas, incluían parte de otros estados y, completos, Nuevo México, Utah, Arizona y California, que para mayor desgracia, en enero de ese año, Johann August Suter, suizo originario de Basilea, se convierte en el hombre más rico del mundo, pues en su terreno de Coloma de la Alta California, gobernada por el mexicano regiomontano Mariano Guadalupe Vallejo, se descubre el mayor yacimiento de oro. La amputación territorial fue de un área mayor a la de los países de Portugal, España, Francia, Italia y Alemania juntos, y el quebranto de no participar en la “fiebre del oro”. Humillación histórica. Herida sangrante. Memoria viva de una muerte parcial del Estado mexicano.

En esa guerra un norteamericano nacido en 1817 en Concord, Massachusetts, hijo de un fabricante de lápices; escritor, ecologista y poeta, se puso del lado de los intereses mexicanos: Henry David Thoreau.

Thoreau estudió en Harvard, la misma Universidad que aborrece Donald Trump. Dicta conferencias, escribe y milita decididamente en el bando del abolicionismo de la esclavitud. Cuando el Congreso de los Estados Unidos en 1845 aprueba la adhesión de Texas, Henry David se va a vivir solo a la laguna de Walden, a un cabaña de madera que construye con sus propias manos. Al estallar la guerra con México, empieza a escribir su obra más significativa fruto de esa experiencia, “Walden”, libro contra toda servidumbremanual de felicidad y crítica feroz a la sociedad de la época; también en ese año es encarcelado por no pagar impuestos a un gobierno que considera abusivo.

Habla y escribe sobre la guerra injusta contra México. Y el año de la firma del bochornoso Tratado Guadalupe Hidalgo, escribe “La desobediencia civil”. Un siglo antes de que con ese método Mahatma Gandhi conquistara la independencia nacional de la India del dominio británico.

En ese libro, elogio del deber cívico, que en realidad fue la edición de dos conferencias en el Liceo de Concord, su ciudad natal, para explicar a sus vecinos el episodio de su encarcelamiento, empezaba con una sentencia: “Acepto de corazón el lema de que el mejor gobierno es el que menos gobierna”; y criticaba al ejército permanente igual que al gobierno permanente, porque advertía que el gobierno comete abusos y puede corromperse. Y a renglón seguido, criticó: “Así lo atestigua la actual guerra con México, obra de relativamente pocos individuos que utilizan el gobierno permanente como instrumento, pues, en principio, el pueblo no habría consentido esa medida”.

Los abolicionistas de la esclavitud, como Thoreau, creían que la anexión de Texas era una tramposa extensión para capturar más esclavos. Más adelante reclama con contundencia: “Cuando una nación que se ha propuesto ser el refugio de la libertad mantiene en esclavitud a una sexta parte de la población, y además su ejército invade, conquista y somete a la ley marcial a todo un país extranjero, creo que ha llegado el momento de que los hombres se rebelen y hagan la revolución. Y lo que hace que ese deber sea más urgente es el hecho de que el país invadido de ese modo no es el nuestro, sino que el nuestro es el invasor”. Y remató: “Este pueblo debe dejar de tener esclavos y de hacerle la guerra a México, aunque le cueste su existencia como pueblo”. (Todas las citas “El manantial”. Página indómita)

Escribió un enorme Diario, y dejó constancia de su libertad. “No tengo simpatía por la intolerancia y la ignorancia que hacen distinciones transitorias y parciales y pueriles entre la fe o la forma de fe de un hombre y la de otro, como cristinos y paganos. Rezo por liberarme de la estrechez, la parcialidad, la exageración, el fanatismo…”

En 1860, Abraham Lincoln es elegido presidente de Estados Unidos; en 1861 comienza la guerra civil de secesión entre el Norte y el Sur. Thoreau enfermo realiza su última visita a Walden. En 1862 rechaza medicarse en un último acto escapismo libertario, muere el 6 de mayo. Un día después del triunfo mexicano sobre las tropas francesas en la Batalla de Puebla. Medio año después de su muerte. El 1º. de enero de 1863 se publica la Proclama la Emancipación de todos los siervos. Gana Thoreau. Gana la libertad.

En estos días aciagos para la relación de México y Estados Unidos, la memoria libertaria de Henry David Thoreau está encendida. Es una cicatriz de dignidad sobre la cicatriz de la pérdida del territorio. Es una victoria moral. Es una llama que implora deber civil y libertad. La causa de Thoreau volverá a triunfar. Su casa natal en Concord, su cabaña en Walden y México están de pie.

Germán Martínez

Germán Martínez Cázares es abogado y político mexicano, actual diputado federal y miembro del PAN. Ha sido presidente del partido, senador, secretario de la Función Pública y director del IMSS.

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