La disputa entre las tres mujeres morenistas -Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz- acabó por diluir el voto femenino. Y eso dio paso para el sorpresivo final en el que el abogado mixteco, Hugo Aguilar Ortiz, se instalará como viable presidente de la Suprema Corte.
En el fondo lo que sucedió fue que, además del voto femenino diluido, Hugo Aguilar Ortiz recibió un espaldarazo de apoyos humanos y financieros de su paisano, Salomón Jara.
El gobernador oaxaqueño insiste en adquirir un papel protagónico nacional, primero como operador a la sombra de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación -la rebelde CNTE- y ahora como padrino de su paisano mixteco, el nuevo presidente de la Suprema Corte.
Esa será una posición que a Salomón Jara le será de mucha utilidad cuando el cuestionado gobernador oaxaqueño enfrente las denuncias de promotor y protector del crimen organizado que está sentando a sus anchas en la tierra de Benito Juárez.
Lo que sí queda muy claro, al ver los resultados finales, es la huella abierta y descarada del acarreo. Todos los candidatos morenistas, los que fueron apadrinados en los “acordeones”, recibieron entre 3 y 5.5 millones de votos, mientras que los candidatos que fueron promocionados desde el Poder Judicial -los más puros e ideologizados- debieron conformarse con votaciones entre 1 millón y 1.5 millones de votos. No traían padrino, ni patrocinio de fondos, ni de acarreados. Ahí se vio con toda claridad la “mano negra” con el “sello verde” del morenismo.
Otro Talón de Aquiles: de los 9 ministros que integrarán la nueva Suprema Corte -cinco mujeres y cuatro hombres- siete son de la Ciudad de México, uno es oaxaqueño y uno nayarita. El resto del país no pinta. Volvimos a la visión centralista de la justicia. Fuera de México, todo es Cuautitlán.
La universidad que ahora domina el alter ego judicial de la nación no es de la UNAM, sino España. Yasmín Esquivel y Giovani Azael Figueroa fueron educados en la Universidad Complutense de Madrid. También en la Madre Patria logró su título Loretta Ortiz, quien presume ser egresada de la Universidad de Educación a Distancia de España.
Dato curioso de quien será el presidente de la Corte. Hugo Aguilar Ortiz -egresado de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca- presume en su currículum que fue asesor del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el último movimiento armado, guerrillero, que registra la historia de México y que se sublevó al Estado de Derecho, declarándole la guerra al Ejército mexicano. Aunque los detalles de su involucramiento en los Acuerdos de San Andrés han sido desmentidos, queda el registro del perfil que pretende asumir Aguilar.
Sin embargo, en medio de la danza descarada de las cifras y de sus limitados orígenes educativos, lo que provoca más controversia es que el nuevo Poder Judicial fue votado con sólo el 12 por ciento de los sufragios posibles. Comparando esa cifra con la votación de la llamada Revocación de Mandato, que se dio en 2022, es mucho más baja. En aquella ocasión se registró una votación de 17 por ciento, cinco puntos por encima de la que registró la del Poder Judicial.
Pero, la pregunta obligada es que, si para hacer vinculatoria -es decir, válida- la Revocación de Mandato se exige el 40 por ciento de los votos, ¿por qué en el caso del Poder Judicial basta un simple 12 por ciento -sin que se demande ese famoso 40 por ciento- y se le da validez a la elección de esa minoría?
Pobre el perfil de los ministros morenistas que dominarán la Suprema Corte. Pobres sus credenciales educativas. Y pobre de México y de los mexicanos que estamos retrocediendo en el nivel de preparación del poder supremo de la Nación. Y todo por aceptar, sin chistar, una farsa de popularidad financiada por los dineros oscuros que sostienen el corrupto aparato electoral de Morena.