Hay dos cosas que ha hecho muy bien la administración de Claudia Sheinbaum en la relación con Estados Unidos, y particularmente desde la llegada al poder de Donald Trump: el control de las fronteras para reducir drásticamente la migración y la parcial, pero real, destrucción del aparato productor y distribuidor de fentanilo, sobre todo del Cártel de Sinaloa.

Las cifras de cruces migratorios hoy son más de 80% menores a los registrados al inicio del gobierno de Trump. Los controles en la frontera norte han sido intensos, y en la del sur también se ha incrementado el control y hace tiempo que no sabemos de caravanas migrantes. Es verdad que el miedo que ha inculcado Trump en los migrantes ha tenido su efecto, pero el trabajo realizado por el Ejército y la Guardia Nacional ha sido notable, y en este caso estrechamente ligado con el efectuado por el Comando Norte de Estados Unidos, en su lado de la frontera, que está más allá de otras agencias que buscan más el protagonismo y la protección de sus presupuestos que una eficiencia real.

En el tema del fentanilo también hay avances importantes. El porcentaje de muertes por sobredosis ha caído significativamente. Los datos más recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) muestran que disminuyeron 27% en 2024 respecto a 2023, el mayor descenso registrado en 45 años. Y en el caso específico del fentanilo y otros opioides sintéticos, la reducción fue aún más marcada: las muertes pasaron de poco más de 83 mil en 2023 a 55 mil en 2024, lo que representa una caída de 34 por ciento. En 2025, los primeros datos indican que se han reducido más aún. Sigue siendo un número muy alto, cercano a 60% del total de las muertes por sobredosis por el uso de fentanilo y otros opiáceos sintéticos, sumado a un notable deterioro urbano en muchas ciudades, lo que tomará años revertir, pero los avances son reales.

También es verdad que ese descenso en las muertes por sobredosis en buena medida se debe a la mayor disponibilidad de naloxona (una medicina para utilizar en caso de una sobredosis), el acceso sin receta a este medicamento y a la utilización de tiras reactivas para detectar fentanilo en otras drogas (un fenómeno cada vez mayor y que causó muchas de las muertes por sobredosis de fentanilo en los dos últimos años). Pero también tiene que ver con los golpes dados en México, con la detención de miles de operadores de los cárteles, la incautación de toneladas de drogas y precursores para fabricarlas y la destrucción, desde el inicio de esta administración, de casi mil laboratorios para drogas sintéticas, incluyendo fentanilo.

Pero, por eso mismo, los actos de violencia, aunque sean localizados en las manifestaciones antiinmigrantes, son los que sirven para sostener la narrativa de la Casa Blanca en el tema de la migración y el fentanilo. La historia de la ciudad invadida por bandas y extranjeros que tantas veces hemos visto en películas distópicas de Hollywood se puede mostrar como un hecho real, aunque no lo sea.

En lo que no se ha avanzado es en la destrucción de redes de complicidad y protección a los grupos criminales, tanto para el tráfico de personas como para el de drogas o el contrabando de combustibles, entre muchas otras actividades criminales binacionales.

No es casualidad que unas horas después de la declaración de Kristi Noem, jefa del Departamento de Seguridad Nacional de EU, acusando a la presidenta Sheinbaum de alentar las protestas violentas de los migrantes (una acusación falsa, pero es una falsedad sustentada en algunos mensajes ambiguos y, sobre todo, en las declaraciones y el activismo de sectores de Morena que sí quieren la ruptura con la Unión Americana), haya llegado la publicación de Reuters, amplificada por varios medios internacionales, sobre la famosa lista de funcionarios y políticos mexicanos ligados o cómplices del crimen organizado que, según el reporte, basado en cuatro fuentes del gobierno estadunidense que no identifica, Marco Rubio presentó ya, en tres ocasiones, al gobierno mexicano.

Y, casualmente, eso ocurre el mismo día en que el subsecretario de Estado y exembajador en México, Christopher Landau, estuvo en México para reunirse con los funcionarios mexicanos, preparando, se dice, la visita de Rubio a nuestro país. Y a escasos cuatro días de que la presidenta Sheinbaum se encuentre por primera vez, cara a cara, con el presidente Trump en la cumbre del G7 en Alberta, Canadá.

Y hay que insistir en un tema: ni Rubio ni Landau ni el embajador Ron Johnson ni el general Guillot, del Comando Norte, son los duros en la relación con México en el equipo de Trump. Ellos son los que quieren llegar a acuerdos de cooperación.

Y como si la agenda estuviera huérfana de temas y presiones, se anunció, también ayer, que la audiencia de El Mayo Zambada, programada para el lunes 16 de junio en la Corte de Nueva York, se posterga por 60 días porque el fundador del Cártel de Sinaloa buscará también, como Ovidio y Joaquín Guzmán López, un acuerdo de cooperación con las autoridades estadunidenses. La artillería de la que dispondrá la justicia de ese país respecto al crimen organizado en México será formidable.

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez es periodista y analista, conductor de Todo Personal en ADN40. Escribe la columna Razones en Excélsior y participa en Confidencial de Heraldo Radio, ofreciendo un enfoque profundo sobre política y seguridad.

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