Claudia Sheinbaum dejó la bata de científica y se puso la de cirujana constitucional. Lo malo es que su bisturí apunta al corazón mismo del sistema democrático: el INE, los partidos y los plurinominales. Reforma electoral, lo llama. Corte profundo, sin anestesia, dicen los que aún creen en la separación de poderes.
Con la frescura de quien acaba de llegar al quirófano presidencial, Sheinbaum anuncia que va por la yugular del sistema: menos dinero al INE, eliminación de pluris y tijera al financiamiento de los partidos. Dice que es parte de sus “100 puntos”, como si el país fuera una lista del súper. Pero cuidado: entre el ahorro millonario que promete y el debilitamiento institucional que implica, hay una línea muy delgada. Y se la está brincando como si trajera botas quirúrgicas de soldador.
No es cualquier ocurrencia de mañanera. La presidenta acusa al INE de extralimitarse. Porque se atrevió —¡qué osadía!— a anular casillas con votación del 100% o con un solo candidato como beneficiario. ¿Dónde quedó el respeto a la aritmética democrática? Al parecer, eso también será materia de reforma.
Reformas exprés, transparencia muerta
Y mientras la presidenta lanza bisturí al INE, su bancada en el Senado le mete esteroides a la máquina burocrática. La nueva Ley Nacional para Eliminar Trámites Burocráticos suena a modernidad, pero huele a autoritarismo disfrazado de eficacia. Adiós a la Conamer, esa molestia llamada consulta pública. Ahora, los decretos, reglamentos y demás ocurrencias del Ejecutivo no necesitarán el estorbo de ser discutidos.
Con este movimiento, el gobierno se asegura de legislar sin preguntas incómodas. Ni análisis de impacto, ni participación ciudadana. Nada de eso que tanto irrita cuando se quiere imponer una política pública a capricho. Ahora, todo podrá hacerse rápido, en lo oscurito y sin testigos. Transparencia, RIP.
La mañanera, versión 2.0: el club de la presidenta
Y por si algo le faltaba al nuevo régimen de control, también hay novedades en la arena mediática. En la nueva era de las mañaneras, ya no hay sorteo para las preguntas. Sheinbaum elegirá a dedo quién pregunta, cómo y cuánto. Como en la primaria: solo pasa al pizarrón quien le cae bien a la maestra.
Cinco minutos por intervención, máximo tres temas, nada de discutir ni entregar documentos. Si el periodista no publica lo que se dice ahí, pierde el acceso. ¿Periodismo o club de fans? En esta nueva mañanera, la prensa ya no fiscaliza, solo consigna.
Todo lo que no sea 4T, al basurero
Detrás de estas reformas —la electoral, la regulatoria y la mediática— hay un mismo hilo conductor: controlar, depurar, imponer. Porque lo que se percibe como oposición, crítica o pluralidad es, según Sheinbaum, parte de una conspiración contra la Cuarta Transformación.
No es casualidad que todo lo que huela a autonomía esté en la mira: el INE, la Conamer, los medios. Se está rediseñando un país a imagen y semejanza de un régimen que no acepta contrapesos, ni siquiera simbólicos. La cirugía va en serio, y no parece que se detendrá ante la hemorragia democrática.
El efecto dominó
Lo preocupante no es solo el fondo de las reformas, sino su método: una mayoría calificada que ya se comporta como planadora, un Poder Judicial en la mira, y una prensa cada vez más cercada. Lo que se cocina no es una mera cirugía menor: es un trasplante de sistema.
Y como en toda operación mayor, el riesgo es que el paciente —la democracia mexicana— no despierte de la anestesia.