En cinco meses Donald Trump no ha asestado un golpe completo. En su política punitiva de aranceles camina dos pasos adelante para luego meter reversa; en la política migratoria acelera, azuzado por asesores, para luego frenar capturas. Al bombardear este sábado Irán advierte de un golpe certero que presuntamente cierra un largo conflicto.

En realidad, más que un cerrojo está abriendo una puerta a un abismo. No parece asestar el golpe completo.

La idea de que el ataque a plantas iraníes ha sido fulminante para que Teherán desista en su pretensión de fabricar armas nucleares está por verse. El problema es que en esa creencia que el conflicto ha terminado se genera la ilusión de que sólo así, con un demoledor golpe militar unilateral, puede hacerse justicia.

En su libro La era de la revancha, el periodista Andrea Rizzi define cómo los instintos de venganza, de desquite, dominan en distintos países para imponer regímenes y formas de convivencia que difuminan la separación de poderes, las leyes vigentes y desacreditan instituciones. Y emerge igualmente el desafío internacional.

“El nuevo orden se deshace. Se despedaza. En el desorden prospera la impunidad, que no es nueva pero prolifera gracias a la ruptura de equilibrios y la parálisis de instituciones… La victoria de Trump promete dar un enorme impulso a todo eso: reconfiguración fragmentación, erosión democrática, manipulación del debate público. Demagogos, tiranos y oligarcas avanzan”, escribe.

El ataque estadounidense a Irán confirma ese desorden y que hila en la línea de acciones unilaterales de Vladimir Putin en Ucrania, Hamas en Gaza o Benjamin Netanyahu en la región de Medio Oriente, sin ninguna limitación, con la comunidad internacional dividida, pasmada, evasiva.

En marzo de 2023, ante la Convención de MAGA, Trump hizo un discurso emblemático. Seré su justiciero, les dijo a sus seguidores.

“Hace apenas dos años, teníamos a Irán, China, Rusia y Corea del Norte bajo control. No iban a hacer nada contra nosotros y todos lo saben. Ahora, Rusia y China están unidas y celebran cumbres para repartirse el mundo y, quizás lo más importante, somos una nación que ya no es respetada ni escuchada en el escenario mundial. Somos una nación que, en muchos sentidos, se ha convertido en un chiste”, dijo entonces para subrayar su talante rumbo al segundo mandato presidencial.

“Yo soy su justicia. Para aquellos que han sido agraviados y traicionados, y hay muchos que lo han sido, yo soy el de la venganza. Nos encargaremos de ello”, clamó ante sus seguidores.

Y para ejercer las revanchas se ha brincado al Congreso, a gobernadores, a los jueces, a las leyes en medio de polémicas con sus colaboradores.

En la lista de las reivindicaciones y de revancha no solo está el gobierno de Irán, también están los cárteles mexicanos que envían fentanilo a EU y los narcopolíticos aliados. Atacarlos en minutos ha sido alardeado y advertido.

David Frum reflexiona en The Atlantic (“Movimiento correcto, equipo equivocado”), sobre la manera en que Trump decidió atacar Irán en medo de resistencias internas.

“El ataque contra Irán contó con la oposición de la facción reaccionaria dentro de la administración Trump -y en los medios de comunicación de MAGA- que apoya a los enemigos de EU contra sus aliados. Es un error llamar a esta facción ‘antiguerra’. Ellos quieren una guerra contra México. Han presionado a Estados Unidos para que dé los primeros pasos hacia esa guerra al sobrevolar territorio mexicano con drones sin su permiso. Esta facción se define no por lo que rechaza, sino por lo que admira (sobre todo la Rusia de Putin) y por a quién culpa de los problemas de EU (aquellos a quienes eufemísticamente condena como ‘globalistas’). Esa facción reaccionaria perdió esta ronda de decisiones. Quizás ahora pierda más rondas”.

A saber. México no ha sido borrado de la lista. El espíritu de revancha prevalece también para las vendettas internas y si perdieron en esta decisión pueden ganar en la próxima saliéndose con la suya. Y México es buen pretexto para seguirse congraciando con la guerra.

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