Pensaba escribir sobre las cifras de homicidios de abril dadas a conocer en la mañana en Palacio Nacional, pero sería una transgresión apartarse del habemus papam!. Como tantos comentaristas a quienes he escuchado y leído en las últimas horas, nada tengo que aportar sobre el cónclave ni el cardenal estadunidense-peruano Robert Prevost. Me refugio, pues, en un delicioso artículo de Fernando Savater, publicado en el medio digital español The Objective, y adopto esta frase: “Todos los hombres tenemos un pájaro en la cabeza, pero sólo el Papa cree que el suyo es el Espíritu Santo”. Y con un ojo en nuestra elección judicial, en que se predica que el pueblo purificará un sistema de jueces podridos, esta otra, que a contrario sensu de los imperativos participativos celebra las prácticas cerradas: “Imaginemos por un atroz momento que la Iglesia católica fuese una auténtica democracia. Y que votasen los mil 400 millones de católicos, inspirados por nuestros influencers mediáticos. ¿Imaginan el resultado? Saldría un Papa a cuyo lado el bueno de Trump parecería Immanuel Kant. No, por favor, sigamos con el elitismo actual”. Y el elitismo funcionó, a juzgar por el júbilo con que se recibió la noticia de que un puñado de hombres viejos resolvió convertir en Papa al cardenal Prevost.
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