Desde los cuarteles máximos de las Fuerzas Armadas se habría trazado un ultimátum a la presidenta Claudia Sheinbaum: “Señora, llegó la hora de que elija si se decide por él o se decide por nosotros”.
El mensaje era más que claro: la inquilina de Palacio Nacional tendría que definir si le daba su apoyo incondicional a Omar García Harfuch o si se alineaba a las exigencias del General Ricardo Trevilla.
Como lo advertimos aquí desde el pasado lunes, los desencuentros entre el Secretario de Seguridad Ciudadana y el General Secretario de la Defensa Nacional parecen haber alcanzado ya el punto de no retorno. No existe espacio para ambos. Por lo menos esa es la conclusión en los altos mandos de aquellos que se visten de verde olivo.
Con su estrategia de “balazos, nada de abrazos”, García Harfuch está evidenciando cada día más la complicidad que existió entre el Ejército y el crimen organizado en el sexenio pasado del presidente Andrés Manuel López Obrador. El fentanilo que no existía, ahora se decomisa por toneladas. Y el huachicol del que ningún morenista hablaba hasta octubre pasado, ahora en el nuevo gobierno es la historia del mayor fraude en los tiempos modernos de México. En siete meses de la Administración Sheinbaum se han capturado más criminales que todos los que se aprehendieron en el sexenio lopezobradorista.
Por ello, la crisis en el área de inteligencia de la Guardia Nacional, todavía bajo control del Ejército, vino a evidenciar que los militares no están conformes con el “evangelio” según San Omar. Y más aún, porque en el traspaso de la dependencia, los verde olivo desmantelaron las instalaciones y se llevaron toda la información. Las computadoras, los discos duros, los archivos. A comenzar de cero.
Esa fue la crisis dentro del Gabinete de Seguridad del pasado viernes 9 de mayo, la que propició la confrontación abierta de los dos personajes frente a la inquilina de Palacio Nacional. Aquí lo revelamos.
Pero desde ese punto de quiebre, una semana después, vienen sucediendo una cadena de hechos que comienza a crispar y a enrarecer el clima de la seguridad nacional. Comenzando por el debate de los presuntos elementos militares de Estados Unidos que habrían incursionado en operativos para destruir narcolaboratorios en suelo mexicano. Nadie acierta a definir cuál es el rol que esos efectivos norteamericanos jugaron en estos operativos. Pero la publicación de la fotografía de esas acciones en la primera plana de La Jornada desató toda una tormenta mediática y política.
A pesar de que la presidenta Claudia Sheinbaum mandó un mensaje para advertir al periódico favorito de la 4T que esa imagen no correspondía a la realidad, La Jornada la publicó. El vocero Jesús Ramírez fue incapaz de convencer al diario al que el gobierno le aporta decenas de millones de pesos en publicidad que se desistiera de su publicación. O quizás eso fue lo que se dijo de dientes para afuera. Alguien sí estaba interesado, desde su refugio político, en evidenciar que el “masiosare” un extraño enemigo ya había profanado con sus plantas nuestro suelo. La defensa de la soberanía -de la que tanto hablaba la presidenta Claudia Sheinbaum- rodaba por los suelos, aún con la explicación de las autoridades norteamericanas de que, todo lo que están haciendo en México, es con el consentimiento y la coordinación del gobierno de la Cuarta Transformación.
Vino después el abatimiento en Tlaquepaque, Jalisco, de dos instructores de seguridad que venían colaborando con la embajada de Estados Unidos en México. Uno, César Gustavo Guzmán González, un agente jalisciense cercano a la Interpol y Carlos Amador Chavela, un agente experto en delitos financieros, en rastrear lavado de dinero. Otro agente chihuahuense, Pablo Cajigal del Ángel, que también colaboró con la embajada norteamericana, resultó muy mal herido, con nueve impactos de bala.
Y aunque el consulado de Estados Unidos en Guadalajara se aprestó a decir que las víctimas no eran “actualmente” empleados de la misión diplomática de los Estados Unidos, quedó claro con ese “actualmente” la posibilidad de que lo hubieran sido antes. Incluso, al decir que no eran empleados de la Embajada, no dejó en claro si son o fueron “colaboradores”.
La razón es simple y se ubica en un mensaje de la consultoría Chappela Investigaciones publicado días antes en Facebook y que decía: “Un gusto coincidir con el Mtro. César Guzmán (FBI) y el Mtro. Pablo Cajigal: de los mejores exponentes de seguridad en México y USA”. Ese mensaje fue posteado por Carlos Amador Chavela en su red social. ¿FBI?
Para cerrar la semana, 12 integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación fueron abatidos en Michoacán, en un enfrentamiento en el que intervino la Secretaría de Marina y que dejó tres uniformados muertos. Los reportes de Seguridad Ciudadana no refieren intervención alguna de la Secretaría de la Defensa.
De ahí la alerta sobre las crecientes tensiones, que públicamente se desmienten, pero que en los hechos son inocultables, entre el General Ricardo Trevilla y Omar García Harfuch. La pregunta de fondo es si la presidenta Claudia Sheinbaum terminará por sucumbir en sus decisiones frente a la amenaza de los hombres de verde olivo. De ser así, estaríamos asistiendo a un golpe de Estado fáctico, de una élite militar que pretende imponer su Ley por encima de los designios de quien, en teoría, es su Jefa Suprema. Delicado. Muy delicado. Quizás llegó la hora de elegir.