Sólo desde una petulancia tercermundista puede sostenerse que los políticos mexicanos influyeron para descoser la “Gran y hermosa Ley”, así se llama, aprobada ayer por un voto de diferencia en el Congreso de Estados Unidos. La exuberante y compleja Ley Trump que recorta impuestos y, entre muchas otras cosas, da dinero adicional al gobierno para perseguir y expulsar más migrantes.
En uno de los capítulos, la ley crea un gravamen que tasa 3.5% el envío de remesas a cualquier país extranjero que hagan las personas que no acrediten la residencia legal. Con increíble ligereza, el embajador en Estados Unidos, Esteban Moctezuma, escribió a bote pronto que se trataba de una buena noticia. La buena nueva sería “una enmienda” en la “hermosa ley” que “bajó” el gravamen del 5% propuesto al 3.5% aprobado. Nos jodieron poquito y eso es bueno.
Parece broma de mal gusto, burla a las penurias de los mexicanos que viven la pesadilla trumpista. La presidenta Sheinbaum enmendó con delicadeza la zoncería y prometió esforzarse para que la Ley Trump tropiece en el Senado de allá y no se cobre 3.5% ni nada. Del dinero que hace más cruel la persecución de mexicanos, ya nadie habla. Mala noticia.