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El presidente Donald Trump confirmó el domingo que, en su última llamada con la presidenta Claudia Sheinbaum, le ofreció apoyar a su gobierno con el envío de militares para acabar con los cárteles que tienen hundido a México en una ola de inseguridad que ya amenaza a los Estados Unidos.

En su mañanera del jueves pasado, la inquilina de Palacio Nacional admitió que esa mañana existió una llamada con el presidente Trump, pero en ese momento dijo que se trataba de asuntos económicos.

Un día después, el viernes, obligada por lo publicado en The Wall Street Journal, la presidenta Claudia Sheinbaum no tuvo otra salida que admitir que el inquilino de la Casa Blanca sí le estaba proponiendo el envío de tropas a México para combatir al crimen organizado. A la jefa del Estado mexicano no le quedó otra opción que sacar el tema el sábado durante su gira de fin de semana, que sí recibió la propuesta del presidente Trump, pero que la rechazó porque no permitiría que se vulnerara la soberanía de México y que, en defensa de esa soberanía, nunca -así lo dijo, nunca- aceptaría la presencia de elementos del ejército norteamericano en suelo mexicano. Los mexicanos que la escuchaban en el mitin en el Lago de Texcoco poco aplaudieron aquella postura “soberana”.

Y frente a esos pronunciamientos, es obligada la pregunta: ¿a qué “soberanía” se refiere la presidenta Claudia Sheinbaum?

¿Acaso frente al acoso del crimen organizado, los mexicanos somos libres y soberanos de transitar tranquilamente por las calles de cualquier ciudad o por las carreteras de este país flagelado por 200 mil homicidios en el último sexenio de la Cuarta Transformación? ¿Puede el actual gobierno garantizarnos, a los mexicanos, la soberanía sobre nuestras vidas y propiedades?

Vayan y pregúntenles a los ciudadanos de Sinaloa, Guanajuato, Tabasco, Tamaulipas, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Jalisco, Nuevo León, Morelos o Veracruz, entre otros estados sacudidos por la violencia, si aplauden el rechazo de la presidenta Claudia Sheinbaum a recibir la ayuda que le ofrece el presidente Donald Trump.

Vaya, si dijéramos que tenemos un Ejército o una Guardia Nacional que logra contener los ataques que a diario se dan en poblaciones, estaríamos respaldando esa soberanía que tanto se presume. Pero los uniformes verde olivo están rebasados o eventualmente coludidos con los criminales. ¿Teme la inquilina de Palacio Nacional que los norteamericanos se den cuenta de que sí existe -efectivamente, como ya lo saben- un “narcogobierno” en México y que si los capos ya capturados hablaran, revelarían los apoyos políticos y económicos de esos “grupos terroristas” a Morena?

¿Podemos presumir la soberanía en un país como México, en donde desde el gobierno se creó en 2019 una estructura para contrabandear combustibles desde Estados Unidos, sin pagar impuestos, hoy conocida como “huachicol fiscal”, y que fue negada una y otra vez por el presidente Andrés Manuel López Obrador?

¿Queremos ser soberanos para continuar produciendo millones de pastillas de fentanilo, que acaban con la vida de 120 mil norteamericanos cada año? ¿De verdad creen que el gobierno del presidente Donald Trump se va a cruzar de brazos frente a esa amenaza nacional que les crece por días?

La preocupación de la Casa Blanca es que, sin poder presumir un gobierno eficiente, a México se le está escurriendo entre los dedos el control y la estabilidad sobre su territorio y, en consecuencia, se eleva el peligro de una desestabilización social. Y ese es un drama que los Estados Unidos no pueden contemplar inmóvil, porque amenaza las puertas de su territorio, con peligros claros para la integridad de sus ciudadanos.

La propuesta de la Casa Blanca nada tiene que ver con una invasión masiva, sino con operaciones tácticas, quirúrgicas y de alto nivel, con equipos altamente sofisticados con los que no cuentan ninguna de las instancias militares, navales o policiales. Hay que admitir que los capos del crimen organizado y sus cárteles están mejor armados que las fuerzas oficiales del orden. ¿Quién los puede frenar? Está claro que, ondeando el discurso de la “soberanía”, el gobierno de la Cuarta Transformación, no.

Cuando en 1994 se vino el famoso “Error de Diciembre” nos tragamos el orgullo de la soberanía económica, para acabar aceptando 50 mil millones de dólares de los Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional para que la economía mexicana no colapsara e impactara todavía más al planeta. Fue una decisión oportuna.

Ante la falta de empleos suficientes y bien remunerados en México, hoy tenemos 39 millones de compatriotas en territorio norteamericano que envían 65 mil millones de dólares anuales en remesas. ‘Aquí no invocamos alguna “soberanía”?

¿Puede la presidenta Claudia Sheinbaum invocar la soberanía energética de México frente a los Estados Unidos, que nos surte el 60 por ciento de las gasolinas y el 70 por ciento del gas natural que mueven a México? Si mañana se cerraran sólo por tres días las llaves desde dónde se surten esos energéticos, México se paralizaría. ¿Esa es la soberanía que tanto defendemos en la mañanera?

Y qué decir de la soberanía alimentaria, cuando desde Estados Unidos viene la mitad del maíz amarillo para la engorda del ganado y de las aves. Si el 60 por ciento del frijol, el sorgo y la soya también los importamos de Norteamérica, ¿de qué soberanía estamos hablando? El pez por su boca muere.

El mensaje del presidente Donald Trump desde la Casa Blanca es muy claro. Le están corriendo las cortesías a la presidenta Claudia Sheinbaum antes de verse obligados a entrar por la puerta de atrás; la respuesta de Palacio Nacional es una postura maniquea, ideológica, que choca de frente con la realidad.

Defendemos la “soberanía” frente al crimen organizado, pero dejamos correr nuestra dependencia en lo económico, comercial, energético y alimentario. Nunca aceptaremos, en el discurso oficial, que somos unos soberanos dependientes. Pero la realidad se encarga de recordarnos que lo somos.

Ramón Alberto Garza

Ramón Alberto Garza García es un periodista mexicano, actual editorialista del sitio Código Magenta. Garza fundó el periódico Reporte Índigo, fungió como vicepresidente de Televisa y presidente de Editorial Televisa y director editorial de los diarios Reforma y El Universal.​

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