Cuando Estados Unidos decide “hacer la chamba” que le corresponde a México, no es por gusto ni cortesía internacional. Es un mensaje. O más bien, una advertencia con acento texano: Si tú no puedes, yo sí. Y si además involucran medidas económicas bajo el pretexto de la seguridad nacional, entonces hay que prender todas las alarmas. Ya no es un regaño, es una amenaza en toda forma.

La DEA, el Departamento del Tesoro y las agencias de seguridad estadounidenses han intensificado sus acciones contra el huachicol mexicano. No lo hacen por amor a Pemex ni por solidaridad energética con México. Lo hacen porque han detectado una amenaza directa a sus intereses, a su frontera y a sus refinerías. El crimen organizado mexicano no sólo trafica gasolina robada, también compite en el mercado negro internacional. Los cárteles mexicanos ya no son únicamente exportadores de droga; ahora también exportan petróleo, gas, diésel y, por si fuera poco, violencia.

Y mientras los gringos exhiben públicamente a los cárteles mexicanos como enemigos de su seguridad nacional, el gobierno mexicano apenas atina a balbucear justificaciones y asegurar que “ya se está trabajando en ello”. ¿Trabajando en qué? Si las redes de huachicol siguen más vivas que nunca, en ductos, en carreteras y hasta en plataformas.

Así que no, no es cooperación. Es intervención silenciosa. Y si los gobiernos no lo entienden, los mercados sí: el mensaje está claro, la administración Trump no esperará a que Claudia Sheinbaum “resuelva” el problema. Harán lo necesario… aunque eso implique pasar por encima de la soberanía mexicana. ¿Y quién los detendrá?

El verdadero problema no es que Estados Unidos actúe. Es que lo haga porque México no puede o no quiere. Esa es la tragedia. Y ahí está la doble humillación: primero el regaño, luego el castigo.

Zedillo en la mira… ¿y luego AMLO?

En paralelo, la justicia mexicana podría comenzar una persecución judicial de alto calibre. El nombre de Ernesto Zedillo volvió al radar, ahora en calidad de probable imputado. Sí, el mismo Zedillo que tras dejar la presidencia se convirtió en figura respetada de organismos internacionales, académico en Yale y consultor de alto nivel.

¿Es justicia o es venganza? ¿O simple distracción?

Pero si el sistema se atreve a tocar a un expresidente como Zedillo, la pregunta obligada es: ¿También abrirán la puerta para castigar a Andrés Manuel López Obrador por sus propios excesos, errores y omisiones? ¿O ahí sí aplicará el borrón y cuenta nueva? Porque si se trata de revisar el pasado, que sea parejo. Que todos pasen por la báscula: los neoliberales, los conservadores, los progresistas de mentiras y hasta los “humanistas” de saliva.

Eso sí, mucho cuidado. Si abren esa caja de Pandora, más vale que estén preparados para lo que salte. Porque una vez que empiecen a procesar expresidentes, el hilo no se detendrá donde a ellos les convenga. Y ahí veremos si la justicia es justicia o sólo un instrumento de revancha política.

La historia, tarde o temprano, ajusta cuentas. Y a veces también se cobra intereses.

José Luis Parra

José Luis Parra es un periodista con más de 40 años de experiencia en medios locales y en Notimex. Fundador de SonoraPresente y autor de la columna Bisturí.

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