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Solo hay algo peor que destruir por destruir y es hacerlo para influenciar. Desde el punto de vista educativo influir en lo que piense la gente, en cómo actúen, para con ello fortalecer a un grupo en el gobierno. Y la mayor destrucción de la excelencia en el sistema educativo estadounidense es lo que está proponiendo Trump.

Inició con la desaparición del Departamento de Educación en marzo de este año. Eliminó también diversos programas de becas a estudiantes y canceló cientos de proyectos de investigación científica que realizaba el Estado en cooperación con diversas universidades.

Lo más reciente es el enojo del presidente estadounidense ante las instituciones que no quieren eliminar las normas de protección a la Diversidad, Equidad e Inclusión. El ejemplo más reciente de la ira presidencial es la medida ante una prestigiosa universidad. Exige que Harvard ya no acepte estudiantes extranjeros (y transfiera a otras universidades a aquellos que ya están cursando sus estudios).

Argumenta que tomó la decisión porque esta institución “permite revueltas, protestas, pronunciamientos en apoyo a Palestina y de carácter antisemita, y que este tipo de protestas fomentan y provocan la traición a Estados Unidos.” Sin embargo, la realidad es que no existe ningún estudio serio que lo demuestre.

De hecho, hasta donde llega la memoria colectiva del internet, no se tiene ningún caso probado de que estudiantes extranjeros en Harvard hayan fomentado y provocado la traición a Estados Unidos con sus pronunciamientos.

¡Esperen! Sí hubo un estudiante en Harvard que integró un movimiento de apoyo a la comunidad internacional; es más, que levantó un ejército que no es militar, sino de ciudadanos estadounidenses y que apoyan a los países más desfavorecidos. Pero el estudiante era nativo de EEUU. Se trató de John F. Kennedy, mismo que llegó a ser presidente de su país. El mencionado ejército son los “Peace Corps” (soldados de la paz) y no, ni él ni ese ejército participaban en manifestaciones…

Pero si la justificación de Trump recae en la presencia y acciones de estudiantes pro Palestina, resulta terrible que por unos cientos de estudiantes que se manifiestan pague todo el resto.

Tan solo en Harvard hay aproximadamente 6,800 estudiantes internacionales, lo que representa casi un tercio de su matrícula. Y no incluyo a los maestros extranjeros que enriquecen con sus conocimientos al estudiantado y siempre han considerado a las universidades estadounidenses como un remanso de protección cuando salieron huyendo de sus países.

Las amenazas de Trump contra diversas universidades no se limitan a aquellas que cobijaron protestas contra Israel. El recorte de recursos del gobierno federal se ha vuelto una realidad para muchas universidades.

De forma específica, Harvard está iniciando procesos legales en contra de las decisiones del naranja personaje. Por lo pronto, la universidad se ha rehusado entregar al gobierno trumpista la información personal de sus estudiantes extranjeros. El gobierno de Trump a través del Kristi Noem, la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional ya les “otorgó” 72 horas para que proporcionen información sobre actividades “violentas e ilegales” y protestas en que han participado alumnos y que hayan tenido lugar dentro o fuera del campus en los últimos cinco años, si es que quieren recuperar su programa de matriculación de extranjeros.

Algunos consideran que es una buena opción, deshacerse de alumnos revoltosos y quedarse con los pacíficos. Pero queda la pregunta de hasta dónde Trump considera violenta una manifestación o protesta. Los límites se difuminan y no debe suceder cuando se piensa en el derecho a la libre asociación y a la libre manifestación.

¿Por qué Trump odia tanto a la educación de excelencia? Muchas razones… Algunos sugieren que todo empezó cuando el extinto Departamento de Educación no le permitió llamar “universidad” a la “Trump University” que cerró en 2010. Ahí se las dejo.

POR VERÓNICA MALO GUZMÁN

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Verónica Malo Guzmán

Verónica Malo Guzmán es politóloga, consultora política y columnista de opinión. Miembro de International Women’s Forum, destaca por su análisis crítico y su experiencia en temas de política y sociedad.

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