El fraile Juan Manuel Reséndez recibió la noticia de que ya había nuevo Papa. Corrió a prender la televisión de su sede en Uriangato, Guanajuato. De inmediato lo acompañaron otros dos hermanos agustinos. Escucharon el nombre de “Robert” y nunca pensaron en él, pero luego les sonó más el “Francis” y terminó rematando el apellido: “Prevost”.
Los tres, acompañados de la mujer que les ayuda a hacer el aseo y cocinar, gritaron de emoción y comenzaron a saltar por la casa al escuchar ese nombre. No era un agustino cualquiera. Años atrás lo trataron durante varios días, y ahora se convertía en el nuevo líder de la iglesia católica.
El padre Reséndez conoció a quien hoy es León XIV en el Estado de México, específicamente en el profesorial de Lomas Verdes. Prevost había llegado como parte de su visita canónica en el puesto de prior general de la orden, es decir una especie de superior, de los que tienen un gobierno de seis años.

Durante esa primera entrevista, que me describe como algo muy sencillo, cuenta que el cardenal estadounidense y también peruano se enfocó en hablar con los padres. Lo define como una persona muy humana que siempre le daba prioridad a escucharlos, como alguien directo que no anda maquillando las palabras y que si considera que algo está mal lo dice. De hecho asegura que así será su pontificado, lo que podría pronosticar un intenso debate con el presidente de su país, Donald Trump.
El fraile recuerda que años más tarde volvió a convivir con Prevost en Morelia, Michoacán. Su visita fue parte de la celebración anual del noviciado, en 2012. Del encuentro quedó una fotografía tomada en la pinacoteca de la iglesia de San Agustín, que aquí se adjunta, así como en la versión digital de esta columna. Aparecen de izquierda a derecha el entrevistado para este espacio, además de Raúl Montaño, Nery López, el fraile Gerardo Zavala, Prevost, Marco Antonio López, Mauro Chi y Eduardo y Roberto Díaz. De esa generación solo perseveraron tres, es decir solo tres se convirtieron en sacerdotes.
Después de celebrar por toda la casa de Uriangato, el fraile Reséndez asegura que cayó en conciencia al pensar que ese hombre que veía como un familiar en el balcón de San Pedro va a aplicar mano dura sobre sus hermanos de congregación y que les va a exigir más presencia en la calle. Que ya no va a poder ser el hombre que se sentaba a comer tacos o a jugar algún deporte porque ya es Papa.
Como jefe de los agustinos vino al menos cinco veces a México. ¿Vendrá como el jefe de mil 400 millones de fieles? Lo lógico sería que sí, la duda es cuándo.