Es una burda farsa y mal montada. Es una simulación electoral manipulada por el partido en el poder. Es un proceso plagado de ilegalidades. Es, si se consuma, el fin de la democracia en México y la instauración de una dictadura de la que difícilmente nos libraremos en décadas.
A unos días de que se dé el proceso electoral para elegir a jueces, magistrados y ministros de la Corte, sólo un ciego no ve que se está colocando el último clavo sobre el ataúd en el que sepultaremos la democracia en México, el sello final para inaugurar una autocracia en la que la presidenta o el presidente en turno tendrán el control de todos los poderes. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
En cualquier nación democrática, con ética, con moral y con respeto a las decisiones ciudadanas, esta pseudo elección sería cancelada. Sus vicios son tan evidentes y el manejo del proceso tan torpe y poco transparente, que no aguanta la mínima prueba de legitimidad. Analicemos.
PRIMERO: CRIMEN ORGANIZADO EN LAS BOLETAS
No está a discusión. Todos los partidos -Morena incluido- admiten que al menos dos docenas de candidatos a las posiciones jurídicas clave son personajes que están ligados al crimen organizado o que están legalmente impedidos para aspirar a cualquier cargo por ser delincuentes que purgaron condenas o que están en un proceso para ser declarados criminales. Y, a pesar de que no existe debate sobre la inclusión de esos abogados de narcos, de candidatos con antecedentes penales, de vínculos con sectas religiosas, sus nombres no fueron retirados de las boletas. Estarán esos cuestionados personajes entre las opciones para ser votados. Prometen los que manipulan esta elección -la presidenta Claudia Sheinbaum incluida- que una vez consumado el proceso, esos nombres serán desechados. Pregunta: y si sus criminales socios les financian con su poder económico el acarreo a esos candidatos y luego la defensa de sus triunfos, ¿alguien les podrá disputarles esa victoria en los tribunales?
SEGUNDO: LA ELECCIÓN ES POLÍTICA E IDEOLÓGICA
El próximo domingo no acudiremos a votar por una selección de los más competentes profesionales capaces de manejar al Poder Judicial, sino a un pseudo concurso de popularidad en donde el ganador será quien tenga la mayor cantidad de votos, así sea un analfabeta jurídico. Se impondrá Morena, el partido en el poder, que hizo lo necesario con su famosa “tómbola” para elegir a sus candidatos a modo todos y ahora movilizará, con sus infinitos recursos, del criminal huachicol fiscal y de sus alianzas inconfesables con el crimen organizado al mayor contingente sectario dotado de “acordeones”, en donde les dictan por quién hay que votar. ¿O acaso es mera casualidad que los únicos ministros de la Corte que van a figurar en las boletas buscando elegirse son las tres morenistas Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz? Sí, las mismas tres incondicionales que instaló Andrés Manuel López Obrador.
TERCERO: LOS GOBERNADORES METEN MANO
Documentado está que los gobernadores pro-morenistas -incluidos petistas, verdes y emecistas- ya tienen montado todo un operativo con recursos del Erario para financiar el acarreo el día de la elección. Obligaron a burócratas a reclutar gente, los adiestraron para emitir su voto en favor de los ideológicamente afines a Morena y les fabricaron “acordeones” para decirles por quién votar. Grupo Reforma documentó, al detalle, las ilegalidades cometidas, por ejemplo, por Samuel García, el gobernador de Nuevo León que busca instalar a sus jueces y magistrados para encarar las acusaciones que se le puedan venir en el sexto año y, sobre todo, en el famoso “séptimo año” cuando ya no esté en el poder. Y esas mismas estructuras de gobierno de decenas de Estados operan al margen de la Ley, para imponer a sus favoritos e incondicionales. Para nuestra, ahí está en Tamaulipas el ya famoso caso de Tania Contreras, a quien se le pretende imponer como presidenta del sistema judicial de aquella entidad y quien exhibe evidentes vínculos y apoyos de familiares ligados al huachicol y a grupos del crimen organizado.
CUARTO: LOS CIUDADANOS NO CONTAREMOS LOS VOTOS
Y si se diera el milagro de que la votación fuera transparente, diáfana y libre, todavía existe un enorme obstáculo que superar. A diferencia de las elecciones para alcaldes, legisladores, gobernadores o presidentes, en esta elección, el control de las boletas y el conteo de los votos no estará en manos de los ciudadanos. La responsabilidad de contar esos votos no se dará entre los ciudadanos que custodian la casilla, sino en despachos cerrados custodiados por un Instituto Nacional Electoral incompetente, que ha sido omiso o incapaz de sancionar todos los ilícitos que ya fueron exhibidos y que obligarían a suspender esa elección. No existirá una cadena de custodia de votos y urnas que impida que los votos, las boletas y las actas sean respetadas. No existirán los resultados el mismo día. La posibilidad de la suplantación de esas actas y la manipulación de las cifras retroceden este pseudo proceso electoral al México de los años 70.
QUINTO: LEGITIMIDAD CON EL 5 POR CIENTO
Y por encima de todo, el proceso de elección es complejo, inentendible para la mayoría de una ciudadanía que tendría que conocer las capacidades de las decenas y decenas de candidatos cuyos nombres leen o escuchan por primera vez. Esa complejidad alejará al elector de las urnas y, salvo por alguna operación de acarreo masivo fraguada desde el Partido en el Poder, el nivel de participación será ínfimo. Ya lo reconoció la presidenta Claudia Sheinbaum cuando dijo, en una mañanera, que ella se daba por bien servida, si en esta elección pseudo democrática, participaban el 5 por ciento de los electores.
Lo más alarmante en todo este proceso es el increíble nivel de adormecimiento ciudadano, que guarda silencio, que no se manifiesta abiertamente para frenar lo que es, a todas luces, una gran farsa, una descomunal manipulación para consumar el Golpe de Estado a la democracia. Y por lo que se ve, el Partido en el Poder lo tiene todo para salirse con la suya. El último clavo sobre el ataúd que sepultará a la democracia lo colocarán a su antojo, frente al silencio de una ciudadanía adormecida, pasmada. ¿Habrá alguien que, a última hora, venga al rescate?