Soy fanático del futbol. Del balompié, pues. Mi vida, como la de muchos, no se mide en años, sino en sexenios y mundiales. Y como muchos mexicanos, crecí soñando con vivir lo que otros afortunados presenciaron: a Pelé en el 70, el gol de Negrete en el 86, la ola, la chiquitibum.
Un Mundial en casa es un sueño. Y como todo sueño, termina con la realidad. En esta ocasión, la realidad es cruda y muy violenta.
Según reporta La Política Online, la ejecución de los asesores de Clara Brugada cayó como bomba en el escritorio de la FIFA. El crimen, al ladito del Estadio Azteca, reforzó la narrativa que Donald Trump viene cocinando: que México no es lugar para la apertura del Mundial. ¿Y saben qué? Parece que la FIFA lo está escuchando.
Trump ya tuvo su tertulia con Gianni Infantino, el mandamás de la FIFA. No fue en cualquier lugar, no. Fue en Qatar, en el palacio del emir, donde se habló de negocios, petróleo y Mundial.
Trump nos tiene de su piñata.
No sólo es el crimen: es el pretexto perfecto.
La inseguridad, el transporte superado, broncas con los taxistas que no dejan a Uber operar en aeropuertos, y estadios a medio pintar. Todo lo que la FIFA ya había advertido. Ahora, con sangre fresca en las banquetas, Trump tiene la carta completa para arrebatarle a México el partido inaugural, y quizá hasta el Mundial.
Si esto se vuelve la norma (dar la nota internacional un día sí y otro también), vamos directo al precipicio. Hace unas semanas fue el campo de exterminio, luego la influencer ejecutada en Jalisco, y ahora este ataque brutal al corazón del gobierno capitalino. Así como vamos, no sólo peligra el Mundial… capaz y hasta nos bajan del calendario de la Fórmula 1.
En Palacio Nacional ya suenan las alarmas. Pero ya es tarde. Mientras Kristi Noem, la encargada de seguridad del gabacho, pide más deportaciones, acá seguimos prometiendo que todo estará bien.
La pregunta no es si México merece inaugurar el Mundial. La pregunta es si México puede.
Ojalá gritar por goles, no por balazos.