“Seudoambientalistas”, “vividores”, “politiqueros”, “chantajistas” y “mercaderes”, entre otras cosas, llamó el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador a los críticos del Tren Maya, una de las obras insignia de su gobierno.
Pese a las evidencias que se fueron presentando, de que la construcción del circuito ferroviario provocaba graves daños a la selva y el subsuelo de la península de Yucatán, el tabasqueño no se cansó de decir que dichos señalamientos eran calumniosos.
Decía que había “propósitos políticos” en la denuncia de la destrucción que generaba el tendido de los rieles. “Es una campaña financiada por organismos internacionales y por empresarios mexicanos, y están utilizando a seudoambientalistas”, aseveró en su conferencia del 20 de abril de 2022.
“Se trata de gente sin convicciones, sin escrúpulos morales”, acusó. Y que la vigilancia a los trabajos le producía “mala espina”.
Casi tres años después de que López Obrador hiciera esas declaraciones –repetidas, además, en varias ocasiones–, la secretaria del Medio Ambiente, Alicia Bárcena, reconoció que las obras van a hacer necesaria una “restauración integral”, por los daños que causó ese megaproyecto en el ecosistema.
La Semarnat está haciendo un recorrido por las zonas en las que pasa el Tren Maya para hacer una lista de las acciones de mitigación requeridas.
Marina Robles García, subsecretaria de Biodiversidad y Restauración Ambiental, dijo en conferencia de prensa que los costos de la restauración deberán ser cubiertos por los encargados de la obra. No los mencionó por su nombre, pero es evidente que la coordinación corrió a cargo de Fonatur y la Sedena.
La secretaria Bárcena, quien ocupó la Cancillería en el gobierno de López Obrador, no precisó las fechas de implementación de dicho plan, pero explicó que requeriría de la aplicación de medidas específicas, como la eliminación de mallas que bloquean el paso de fauna, así como la protección del sistema de cavernas y cenotes por donde pasa la obra.
Así, han comenzado a salir a la luz las mentiras que se propalaron desde el gobierno para justificar una obra salida del capricho de López Obrador.
Éste dijo, entre otras cosas, que no sería necesario tirar “ni un solo árbol” para construir el Tren Maya, porque ya existía el derecho de vía, cuando que los cálculos de organizaciones ecologistas son de siete millones de árboles derribados. Por cierto, toda esa madera, parte de ella de especies cotizadas, ¿a dónde fue a parar?
En agosto de 2018, cuando se anunció la construcción, se dijo que la obra tendría un costo de entre 120 mil y 150 mil millones de pesos. Sin embargo, ya ha rebasado los 337 mil millones, de acuerdo con datos presupuestales de 2019 a 2024, sin contar los 40 mil millones que le fueron asignados para este año, además de lo que cueste la mitigación.
Se trata de una obra cara, que jamás será rentable en términos financieros, pero que tampoco está atendiendo los fines de beneficio social que supuestamente animaron su construcción.
Es muy probable que, por las restricciones financieras del arranque del sexenio, no asciendan a mucho las inversiones que se hagan para tratar de aminorar los daños causados. Y es más: probablemente los perjuicios sean irreparables.
El gobierno debería, cuando menos, disculparse con quienes denunciaron lo que hoy está reconociendo la Semarnat, como el espeleólogo Guillermo D’Christy, quien en diciembre de 2023 evidenció los efectos nocivos que sufrió la caverna Nohoch Nah Chich, parte del sistema de aguas subterráneas Sac Actun, uno de los más extensos del mundo, que se llenó de sedimentos por el tendido y apuntalamiento de las vías del tren.
Porque si alguien mintió, difamó e hizo politiquería fue López Obrador.
Y para no reincidir en los errores que se hicieron para construir el Tren Maya, cuidar que los proyectos ferrocarrileros actuales no avancen con prisa, como sucedió con aquél, sino con la conciencia de usar bien los escasos recursos públicos, para atender necesidades reales de comunicación y cuidar el medio ambiente. De otro modo, en seis años lo volveremos a lamentar.