El Cártel de Sinaloa enfrenta una de las crisis más profundas de su historia, marcada por capturas clave, traiciones internas y una guerra violenta que amenaza con fracturar por completo a la organización criminal más poderosa del país.
El 25 de julio de 2024, Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López fueron extraditados a Estados Unidos, un golpe que reconfiguró el liderazgo dentro del cártel y dejó expuestas las tensiones entre dos facciones: Los Mayos y Los Chapitos.
Los Chapitos, liderados por Iván Archivaldo Guzmán, Jesús Alfredo Guzmán, Ovidio y el propio Joaquín Guzmán López, han fortalecido su control desde la captura de “El Chapo” en 2016, pero ahora enfrentan una feroz disputa territorial con los seguidores de “El Mayo”, quien nunca antes había sido arrestado en cinco décadas.
Esta división interna ha detonado una guerra abierta en Sinaloa, con enfrentamientos armados, bloqueos carreteros y un clima de terror que afecta la vida cotidiana. La economía local también se ha desplomado, particularmente en zonas como Altata y Culiacán, donde restaurantes, pescadores y comerciantes operan bajo el temor constante de la violencia.
El Cártel de Sinaloa, con raíces en los años 60 bajo el liderazgo de Pedro Avilés Pérez “El León de la Sierra”, logró consolidarse tras la caída del Cártel de Guadalajara en 1989, gracias a figuras como “El Chapo”, “El Güero” Palma y “El Mayo”. Su red criminal controló durante décadas el tráfico de drogas a Estados Unidos, operando laboratorios, rutas internacionales y estructuras empresariales para el lavado de dinero.
Sin embargo, las diferencias personales y estratégicas entre Los Mayos y Los Chapitos se agravaron tras la caída del Cártel de los Beltrán Leyva en 2008. Desde entonces, el grupo ha enfrentado divisiones internas y una guerra con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) por rutas clave del narcotráfico.
Pese a las recientes detenciones de operadores como “El Güerito” y “El 200”, la organización ha demostrado capacidad para seguir operando. No obstante, la presión internacional y el despliegue de 10 mil elementos de la Guardia Nacional ordenado por la presidenta Claudia Sheinbaum han endurecido el cerco sobre el grupo.
Desde septiembre de 2024, Sinaloa ha vivido una escalada de violencia sin precedentes, con tiroteos urbanos, retenes y una creciente descomposición del tejido social. El terror se ha vuelto parte del día a día, y los habitantes se informan por WhatsApp mientras las redes se inundan de imágenes crudas de la narcoguerra.
Mientras el Cártel de Sinaloa intenta sobrevivir a esta guerra intestina, su estructura de mando y cohesión interna atraviesan una etapa crítica, sin señales claras sobre quién tomará las riendas del imperio que alguna vez controló gran parte del narcotráfico en el continente.