La visita del Papa Francisco a México en febrero de 2016 descompuso los engranajes del incipiente mecanismo democrático, hoy prácticamente derruido por el régimen de Cuarta… Transformación.
El sistemita político que padecemos quedó tocado aún desde antes de que el Sumo Pontífice, fallecido este lunes, pisara territorio nacional. Fue a través de las declaraciones previas –nada amigables– que boletinó la oficina de prensa vaticana.
Éstas iban desde hablar de que México tiene que lidiar con su propia y mortífera “guerrita”, hasta aclarar que no vendría a dar lecciones de seguridad nacional. Y así puso la mesa de ajedrez que cualquier síndico de rancho entendería, pero no nuestros fatuos gerifaltes que, al borde de un ataque de nervios, no mastican ni menos alcanzan a digerir.
Muchos improvisados, desde el Ejecutivo que oficiaba como supervisor del armado de templetes para empezar, hasta los atorrantes comentaristas televisivos, todos trataron infructuosamente de presentar como un evento masivo pastoral en beneficio de su grey, lo que debió entenderse, antes que nada, que se trataba de una gira de negocios. De venir a enseñarles a los politiqueros mexicanos cuál debe ser su papel en el mundo de hoy. Cómo deberán empinarse en adelante.
En la visita de Francisco el público ya no fue el mismo que se volcó a las calles en las ocasiones en las que Juan Pablo II visitó el país. Estaba menos maleado, menos apabullado por las expoliaciones de las claques panistas, priístas y ahora morenistas en el poder.
Había fervor religioso, porque no faltaba el dinero y la abundancia petrolera exudaba saldos para generar acarreos de medio millón de personas, en el lugar que se improvisara.
En 2016, contradictoriamente, en varias partes del país se presentaron grupos manifestándose en sentido opuesto a un circo que nadie sabe, nadie puede explicar por qué se ha montado, después de que varias veces Francisco se opuso a saludar en casa a reconocidos y juzgados pederastas de alzacuello. No por castigar la conducta, sino el escándalo, que tanto daño ha provocado al catolicismo y ha hecho crecer a los evangelistas de todo cuño.
Mientras, Ejército, Marina y Policía Federal ejercían protocolos de “estado de sitio” en los lugares por donde pasaría Francisco. Vamos, hasta los gobiernitos locales apuraron obras y, como Potemkin ante el paso de la zarina, pintaban gratis las fachadas de las casas, recordando tiempos que creíamos idos para siempre.
La impresentable alta clerecía mexicana
A pocos les fue en esa visita papal a nuestro país.
Los indeseables fueron los antiguos soberbios miembros del Club de Roma, durante el largo papado del polaco Wojtyla.
Norberto Rivera y sus aficiones extrañas con púberes y sociedades con archimillonarios; Onésimo Cepeda, del mismo barro, padrino de distinguidos atracomulcas entonces todavía en el poder regional y nacional, como ahora lo son los cuatroteros.
Emilio Berlié, el obispo de Yucatán, que transitaba también los corredores de la Iglesia de Pedro, como los cenotes de la tierra que pastoreaba. El defenestrado Juan Sandoval Iñiguez, el ex obispo de Guadalajara, héroe de mil tragedias populares, casi todas en contra de los intereses patrimoniales y morales de los jaliscienses, sin cuidar una sola formalidad.
Ese Club de Roma que tantos callos pisó en la Iglesia Católica, al amparo de la influencia del mega poderoso pederasta Marcial Maciel, financiero del Banco Ambrosiano, cuyos atropellos sexuales execrables fueron castigados con no oficiar durante un veranillo. Inmediatamente murió y clausuraron el expediente. Era él quien les abría todas las puertas vaticanas.
Ya en otras ocasiones he platicado con usted, amigo lector, del desprecio cerval que el Papa Francisco tuvo por todo lo oliera al México político rapiñoso. Juraba ser enemigo de la acumulación despiadada Y lo demostró con su humildad toda su vida.
Pero no fue enemigo frontal y gratuito del poder. Sabía que ése se respeta. Hasta en las alturas del conciliábulo santo. Por algo Marcial Maciel, el titán de la pederastia, era accionista del Banco Ambrosiano. Por eso era tan querido el financiero de los Papas.
Bueno, hasta en las comidas del desaparecido Antonio Chedraui, abad de los ortodoxos, llegaban a sentarse en diferentes filas, usted sabe, los invitados a modo: los tres mil de la clase político-empresarial más sus veinte mil guaruras cuidando los autos blindados y los helicópteros de los magnates.
La “bendita” clase empresarial doméstica
Por eso la gran influencia en la grilla diocesana católica de los imprescindibles de siempre: el jerarca de los libaneses Carlos Slim, Amancio Ortega, el dueño de Zara; los Servitje de Bimbo; Miguelito Alemán, heredero de la fortuna mal habida de su papi Presidente; el recién desaparecido Olegario Vázquez Raña, asociado con Vicente y Martha Fox, así como Norberto, El Obispo Dinerero, como lo apodaban sus contlapaches.
Fundadores del Club de Roma, que durante el papado de Juan Pablo II tenían acceso al cordero de Dios que quita los pecados del mundo, en el selecto y reducido círculo de los Caballeros de Malta también estaban Emilio Berlié, el de Yucatán; Juan Sandoval, el de Guadalajara, y Onésimo Cepeda, el de Ecatepec, cofundador de la Casa de Bolsa Inbursa, junto con Carlos Slim, el supuesto maronita.
Entre ellos se toman las decisiones de apoyo. Fuera de ahí, todo es Cuautitlán. El blindaje de Norberto pudo resistir así todos los huracanes de fronda. ¡Faltaba más! Las acusaciones por pederastia, obedecidas y juzgadas hasta para la iglesia de Los Ángeles, California, aquí son letra muerta. No hay otro poder que el del dinero.
Y es lo que hay. Es la triste condición. Quien se quiera engañar con el canto de las sirenas llegadas con la 4T está en su derecho. Pero aquí, lo que no suena a jurídico, suena a metálico. A otros chivos con ese cuento.
“El pueblo se cansa de tanta pinche transa”
Si en el poder, Norberto Rivera, el de Durango, se dedicó a todo lo que prohíben desde el Derecho Canónico hasta el Código Penal y la Constitución mexicana, si fue un traficante de influencias, encubridor de pederastas y atropellador gigantesco de los derechos civiles y humanos, ¿qué se puede esperar?
Si el grupo empresarial de marras influyó en todo, ¿por qué no aceptar que, a través del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, uno de sus múltiples disfraces, no exigió a Peña Nieto robarse la elección presidencial en ciernes, ante el desmedido arrase popular del puntero? A otro perro con el hueso del enojo presidencial ante el ultimátum.
Son casi para el recuerdo de los antediluvianos, los tiempos en que el Arzobispo Primado de México, Luis María Martínez, recibía la ovación de los graderíos de la Plaza México y los aplausos sonoros cuando bendecía al respetable exigente de los tendidos taurinos. Esos tiempos no volverán, los purpurados de ahora son más cercanos a las cúpulas que al pueblo.
Y es que “el pueblo se cansa de tanta pinche transa”, corean cotidianamente los manifestantes, cuyas peticiones son también ignoradas por los eclesiásticos pederastas, porque el burro no entiende de orejas. Han sido demasiados años de hipocresía y traición a los sentimientos religiosos.
¿Será por eso que han crecido exponencialmente los practicantes de los ritos evangélicos y sus pastores, hoy considerados el principal enemigo de la Iglesia romana? No puede haber otra explicación para saber por qué la influencia de ellos en las urnas es decisiva. Aunque no hayan recibido el compromiso de ninguno de los candidatos para llevar a cabo una real libertad religiosa, no sólo de cultos.
Aunque sus representantes en la arena llamada política sean unos trúhanes e impostores que siempre han cobrado en Gobernación los favores recibidos.
“Los desaparecidos, desaparecidos están”
Pero, en fin, todo se vale en la guerra y en el amor, dicen los valetudinarios, enfermos terminales del poder. Al mismo saco las creencias, las esperanzas y también las vanidades. Da lo mismo robarse la designación del Arzobispo que la elección presidencial. Y en eso, el último tartufo de la plaza es precisamente Andrés Manuel López Obrador.
Sólo un títere del colmado. El invitado de piedra al convite de los grandes. El que firmó la entrega de la soberanía al primer reinado de Donald Trump, al que le debemos los cientos de miles de muertos. Total, como dijo Onésimo Cepeda, refiriéndose a la masacre militar de Ayotzinapa: “Los desaparecidos, desaparecidos están”.
El poder y la gloria, para ellos, ya no.
Ahora queremos la cárcel y el infierno. No lo dijo Juan Pablo. Lo dice Juan Pueblo.
Indicios
Consensuado con todos los partidos políticos, la Cámara de Diputados rindió ayer homenaje al finado Francisco. En un documento expresaron: “”Fue una voz potente que llamó en todo momento a la serenidad política y el cese de los conflictos armados, así consta hasta en sus últimos escritos en días recientes. Su visión del mundo siempre fue progresista y humanista durante sus años como principal líder del catolicismo defendió los valores de la justicia social los derechos de los migrantes manifestándose contra las prácticas hostiles en contra de ellos”. Si no fue un acto de hipocresía, en adelante deberían dejar sus gritos, escándalos y sombrerazos para asumir un diálogo civilizado, pero no obtendremos ese que sería un verdadero milagro. * * * Mi reconocimiento, como siempre, a usted que leyó este Índice Político. Reciba mis mejores deseos para que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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