Casi 20 billones de pesos. Así, con todas sus letras y ceros. Para 2026, Morena nos dejará una deuda pública de $19,958,457,400,000.00.
¿Qué significa eso? Que cada mexicano, incluyendo al recién nacido en la sala de parto, debe su buena tajada del pastel.
Pastel que, por cierto, nunca vimos.
Cuando llegaron en 2018, la deuda era de 10.4 billones. Ya era una cifra seria. Pero ahora, en ocho años, se les hizo fácil duplicarla. Total, pagar con la tarjeta del pueblo siempre es más sencillo cuando no eres tú quien la liquida.
Este dato no lo dice ningún medio fifí ni la oposición histérica: lo dice la propia Secretaría de Hacienda. Clarito, en los Precriterios para 2026.
¿Y qué se hizo con ese dinero? Porque uno esperaría hospitales dignos, escuelas decentes, carreteras completas, seguridad básica. Algo que diera el gatazo, aunque sea. Pero no. Lo que tenemos es una economía que gasta más en pagar intereses de la deuda que en salud, educación o seguridad. Sí, leíste bien: intereses. Ni siquiera es el capital.
Estamos pagando por haber pedido prestado… sin haber visto el beneficio.
Pero claro, los megaproyectos “insignia” siguen tragando recursos como barril sin fondo. Y lo más sabroso: la caja chica que se reparte entre amigos, compadres y consentidos del régimen. Porque aquí nadie rinde cuentas, pero todos reparten contratos. Y los moches, pues esos no aparecen en los documentos oficiales, pero ya sabemos dónde terminan.
Mientras tanto, el ciudadano de a pie —ese que sí paga impuestos, que sí hace fila en el IMSS, que sí ve cómo le suben los precios— se pregunta: ¿y yo qué gano? Pues nada. Sólo la factura.