Sonaría sensato lo dicho ayer por la presidenta Sheinbaum después de la violencia en Texcoco en el concierto de Luis R. Conriquez. Afirmó que los narcocorridos no están prohibidos, “lo que queremos es que la música tenga otros contenidos, pero no prohibimos, es un proceso educativo, formativo, en donde todos tenemos que contribuir a que no haya apología de la violencia”. Sin embargo, no todos lo entienden así. O habría que precisar a quién se refiere con “nosotros”, porque el gobierno del Estado de México advirtió a las autoridades locales que, si permitían la apología de la violencia en el concierto, enfrentarían incluso la cárcel. Luego ocurrió lo sabido. ¿Qué sigue? ¿La guerra a los conciertos mientras cada vez más jóvenes mexicanos consumen cada vez más corridos tumbados y bélicos? Y si la autoridad es consistente, ¿son menos violentos y degradantes muchos éxitos del reguetón, “te quiero a cuatro patas, mami” y cosas así? La prensa española publicó ayer que 51% de los temas más escuchados en su país tienen connotaciones sexistas, y que desde 2015, el porcentaje asciende a 77%. ¿Hay un estudio parecido en México? En buen problema se está metiendo el gobierno al prohibir sin prohibir la que, desde la Revolución, quizá sea la narrativa más popular de la patria.