En la casa morenista hay más de un quejido que se cuela por las rendijas. Uno podría pensar que se trata de la clásica disonancia electoral: el murmullo de las tribus que quieren más sillas que las que hay disponibles. Pero no. Esta vez el ruido viene desde las vigas que sostienen el cascarón.
Tres noticias, aisladas entre sí pero peligrosamente vinculadas, bastan para anticipar un probable cisma en el partido oficial:
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Ochenta diputadas y diputados piden la renuncia de Ariadna Montiel, secretaria del Bienestar.
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El senador Gerardo Fernández Noroña, siempre incómodo, reconoce que hay defensores del narco en la elección del Poder Judicial.
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Morena convoca, por instrucción de Claudia Sheinbaum y firma de Alfonso Durazo, a una sesión del Consejo Nacional para frenar el nepotismo electoral… a partir de 2027, claro.
Y como cereza en el pastel de la doble moral, en la misma reunión se discutirá el tema de las campañas anticipadas. Bajo el flamante lema “Lineamientos para el comportamiento ético”, se pretende ponerle bozal a la fauna política de Morena, esa que anda en campaña sin pudor, sin calendario y sin permiso.
¿Ejemplo? La senadora Andrea Chávez, que sin rubor alguno se promueve como próxima gobernadora de Chihuahua, aunque ni convocatoria hay todavía. Andrea hace como que legisla, pero lo suyo es el TikTok, la foto con el pueblo bueno, la selfie con acarreados y el mitin camuflado de informe de actividades. Y como ella, muchos. Pero al menos ella redacta las reglas que supuestamente deberían frenarla. Eso sí es ética… posmoderna.
Tres hechos, una pregunta: ¿Está Claudia Sheinbaum tomando el control del partido?
Hay señales que apuntan a un “sí”, aunque más por obligación que por convicción. Porque si no lo hace ella, lo harán otros. O peor: lo hará el caos.
La rebelión contra Ariadna Montiel no es menor. El Bienestar es el corazón clientelar de la 4T. Tocar esa estructura es como meterle tijera al cableado del avión en pleno vuelo. Pero los legisladores que levantaron la voz están dispuestos al cortocircuito si no se atiende su reclamo. ¿Son fuego amigo? ¿O simplemente ya no tienen miedo? Porque cuando los subordinados se atreven a desafiar al aparato es porque han detectado fisuras en el techo del mando.
Luego está Noroña, el agitador que ahora parece desesperado por no quedarse fuera del reparto. Dice que hay narcopadrinazgos en la elección judicial. ¿Se refiere a alguien en específico o es una granada lanzada al azar para medir daños? Su declaración, por vaga que sea, erosiona el ya debilitado prestigio del proceso. Y revela, además, una lucha soterrada por el control del sistema de justicia. ¿Por qué ahora? ¿Quién se beneficia con el escándalo?
Y finalmente, el gesto antinepotista de Claudia. Si fuera tan puro el espíritu, se aplicaría ya. Pero lo dejan para 2027, cuando las fichas ya estén puestas y los hijos, sobrinos y entenados de la 4T tengan curules y cargos asegurados. El documento lleva la firma de Alfonso Durazo, gobernador de Sonora y presidente del Consejo Nacional de Morena. Es decir, el vigilante del ADN partidista. Un ADN que muta con tal rapidez que hasta los biólogos moleculares quedarían perplejos.
Si alguien dudaba de que Sheinbaum ya estaba ejerciendo su nuevo rol, estas señales parecen gritar lo contrario. Pero ojo: que tome el control no significa que lo tenga garantizado. La estructura que hereda no es un partido; es un volcán en erupción. Y para contenerlo, necesitará más que buena voluntad o lealtades prestadas. Necesita autoridad. Esa que no se decreta ni se hereda: se impone.
Mientras tanto, Durazo juega a ser árbitro en un partido donde todos patean con los tacos por delante. Noroña grita desde la tribuna como un porrista rabioso. Andrea Chávez da la vuelta olímpica antes de que suene el silbatazo inicial. Y Ariadna resiste en su trinchera social, defendida por cifras y clientelas.
La pregunta está planteada.
La respuesta aún es un rumor.
Pero si Claudia no se apura, su “control” podría ser apenas decorativo. Y eso, en política, es lo mismo que no tener nada.