Columna invitada

Los vivos de Teuchitlán

Columnas

Un camión llegaba al Rancho Izaguirre en las mañanas y las noches. Arriba, desde el techo de la pequeña construcción, vigilaban hombres armados. A los hombres y mujeres que entrenaban allí les daban ropa táctica, de un proveedor que vendía uniformes, botas, accesorios. Sustituían con eso los atuendos con los que habían llegado, casi siempre ropa de paca, comprada en mercados baratos.

Al menos un militar, un marino y tres civiles estuvieron allí y salieron vivos. También visitaron el lugar médicos y vendedores. Entre quienes fueron forzados a entrenar en ese sitio, hay gente común, que llegó a centrales de autobuses en Guadalajara con la promesa de un trabajo. Era mentira. Les quitaban sus celulares y los llevaban al rancho, a la fuerza.

Estas son algunas de las pistas que las autoridades federales y estatales han seguido en la investigación del caso Teuchitlán. Fuentes con acceso a detalles de las investigaciones me dijeron que la cadena de custodia de los indicios que recolectaron en Jalisco no fue exhaustiva, así que los investigadores no tienen certeza de que los restos óseos que ya se han analizado fueron obtenidos en el rancho. Hubo indicios que se encontraron, supuestamente, en septiembre, cuando la Guardia Nacional intervino en el Rancho Izaguirre, pero no se analizaron. Los restos, que incluyen fragmentos de dientes “muy afectados y expuestos a calor” no se revisaron rigurosamente.



La Fiscalía de Jalisco fotografió más de mil piezas de ropa y zapatos que hallaron en el rancho. Ahora, los peritos federales están analizando pieza por pieza, buscando rastros de sangre, cabellos o algo de ADN que les ayude a identificar quiénes usaron esas prendas. “El lugar está muy contaminado y no es fácil procesar así la evidencia”, me dijo una fuente.

Algunos de los testigos que estuvieron allí ahora están presos en otros lugares del país, o colaborando con las autoridades. Hasta ahora, estos testigos han dicho que los operadores del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) enviaban a sus mejores “reclutas” del Rancho Izaguirre a combatir a Jalisco y Michoacán. A los que no parecían muy diestros con las armas los mandaban a Zacatecas.

Otras personas que viven en la zona han comenzado a contar lo que vieron. Así se va reconstruyendo cómo operó el rancho durante al menos tres años, desde que “los malos dijeron a los dueños originales que no podían entrar más allí”, me dijo una fuente oficial.



La gran pregunta aún no resuelta es si el rancho era un centro donde cientos de personas fueron asesinadas y se quemaron sus cuerpos. Para responder, los peritos están analizando si la tierra y las piedras estuvieron expuestas a altas temperaturas. Después, han enviado las muestras a la UNAM, para una segunda revisión. Hasta ahora, me aseguraron, ningún indicio parece haber sido expuesto a más de 500 grados.

Mientras, otros investigadores analizan los teléfonos de los detenidos. Hallaron datos clave: el CJNG ha contratado a exmilitares extranjeros, especialmente de Colombia, para entrenar a sus nuevos empleados. Como potenciales sicarios les interesan, particularmente, marinos y militares.

En este punto, las investigaciones están tomando dos caminos. Por un lado, hay indicios de que algunos militares de bajo rango fueron llevados con engaños hasta Guadalajara. También están indagando si, a través de un call center en esa ciudad, se operaba también el reclutamiento por medio de redes sociales. Otra línea de investigación se centra en los militares: cómo son reclutados, incluso desde que salen de la escuela. “Como los militares ya vienen con algún entrenamiento, es menos gasto para el cártel”, me dijo otra fuente.



En las últimas semanas, buena parte de la atención de la prensa se ha centrado en los descubrimientos del rancho de Teuchitlán y la respuesta a las víctimas. Tristemente, el caso dista de ser único. Las autoridades han encontrado otros campos de entrenamiento en Nuevo Laredo, San Luis Potosí y Coahuila. También, han hallado ranchos con restos óseos en otros lugares de Jalisco y en Colima. Teuchitlán revela un sistema: cómo el CJNG recluta y desecha, cómo opera, con quiénes y al amparo de quiénes lo hace. Ojalá que este caso emblemático sirva para seguir buscando a miles de jóvenes en este país que, quizá, aún están vivos.

De Hermosillo, Sonora

Para todo el mundo.

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