El milagro ocurrió otra vez. No en Betania, sino en San Lázaro. No fue Jesús quien gritó “¡Levántate y anda!”, sino Claudia, con la voz aún temblorosa de poder recién estrenado, ordenó “¡Mayoría calificada!”. Y los diputados, obedientes, resucitaron de entre las grillas para marchar como zombis bien alineados.
¿Resurrección? Más bien un levantamiento parlamentario con aroma a incienso de consigna. Porque lo que se levantó de entre los muertos no fue un hombre, fue un proyecto que se creía enterrado con el sexenio anterior, pero que Claudia ha retomado con devoción casi bíblica: reformar al Poder Judicial, eliminar los contrapesos, y si se puede, refundar la patria… a su imagen y semejanza.
Semana Santa en México ya no necesita de Jerusalén. Tenemos nuestro propio viacrucis en la Cámara de Diputados, donde se flagela la autonomía, se crucifica a los organismos independientes y se condena al ostracismo a quien ose pensar diferente. Pilatos no se lava las manos, más bien firma dictámenes. Y Barrabás ya tiene curul plurinominal.
Claudia, la presidenta, camina entre incienso, templos presupuestales y alabanzas bien calculadas. Pero algo huele raro. El cuerpo de la democracia sigue sin aparecer. ¿Fue sepultada en el conteo de votos? ¿La ocultaron tras las reformas? ¿O simplemente ya nadie la busca?
San Lázaro, una vez más, hace honor a su nombre: los muertos vuelven. No por milagro, sino por pacto. Ahí están los mismos de siempre, renacidos bajo nuevas siglas, con nuevas liturgias, pero con los mismos pecados capitales: soberbia, impunidad, y ese eterno gusto por el diezmo presupuestal.
La oposición, en su papel habitual de centurión ciego. Apenas si murmura. No se atreve ni a tocar la cruz de la protesta, mucho menos a cargarla. ¿Renunciar en bloque? Ni en sueños. Preferible seguir cobrando, aunque sea por asistir al funeral de la República.
Claudia prometió no ser AMLO, pero sigue sus pasos con precisión de viacrucis. No lidera, pontifica. No consulta, imparte dogma. Y cuando hay duda, se pregunta: ¿qué haría Andrés Manuel? Y eso hace.
El domingo de resurrección se acerca. ¿Veremos salir al sistema judicial de su tumba? ¿O ya está sentenciado a tres días de oscuridad institucional?
La piedra fue removida. La tumba está vacía.
No hay cuerpo.
No hay República.
Pero hay reforma.
Y eso, en esta nueva liturgia, es todo lo que importa.