“Y la silla de la redención está esperando / Y creo que mi cabeza está ardiendo / Y en cierto modo estoy anhelando / Acabar con toda estas evaluaciones de la verdad / Ojo por ojo / Diente por diente / Y de todas formas dije la verdad / Y no tengo miedo a morir”. (Nick Cave. The Mercy Seat. 1988).
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Estamos condenados no librados. La gracia depende de un castigo: mientras no dejemos de ser narcos y violentos penderá la daga. El cambio de esa conducta nos redime.

Es cierto que el trato es diferente. En el resto del mundo rabian, acá cantamos. Hay arreglos. Algunos derivados del T-MEC que permiten proteger exportaciones, productos, acuerdos. Hay plática, aparente entendimiento.

En esa esfera el gobierno, la Presidenta, lidian con espectacularidad, paciencia y hasta candidez. En parte caemos bien; en parte hay una red protectora hija del neoliberalismo, el libre comercio reglamentado, en parte hay otras prioridades: China, Ucrania, la batalla interna que entretiene a Donald Trump antes de asestar otros golpes a sus vecinos.

Como cualquier crisis, ésta también abre oportunidades. De modificar estrategia, diversificar comercio, replantear aliados, reconciliar internamente con empresarios, rehacer tejido.

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“Y la silla de la redención está esperando / Y creo que mi cabeza está ardiendo. Y de alguna manera estoy anhelando / terminar con todas estas evaluaciones de la verdad / Ojo por ojo / Y diente por diente / Y de todos modos dije la verdad / Y me temo que dije una mentira”. (The Mercy Seat).

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La otra esfera es la interna. La jaula de perros que es Morena y sus aliados. Los legisladores de los que depende la Presidenta. La olla de caldo con hervor de impunidad. La olla del chantaje. Para caminar, el gobierno necesita de las leyes que apruebe esa grey y en los casos delicados aquello depende de uno, dos o tres votos.

Los puros ahora se rasgan las vestiduras de cómo es posible haber aceptado el ingreso de los legisladores de la impudicia mientras, gracias a esos votos, disfrutan las mieles del suprapoder cuasiúnico. No les dio vergüenza recibir su voto para sobrevivir y encaramarse.

El respiro ante el trumpismo puede ser después jadeo si no es que asfixia. Las disputas internas por el poder pequeño, el territorio, las tajadas del presupuesto, las cajas de dinero que subvencionen la próxima elección, el desesperado intento por poner al juez de la preferencia de cualesquiera de los caciques, estremecen al cuerpo que simula caminar derecho y orondo porque bateó los aranceles.

Y la cohesión nacional que da la amenaza trumpista está amenazada por el propio bloque oficial. Quizás ahí se esconden los demonios que tensan la cuerda que ata a la daga. La esfera del acuerdo, del logro, va en directa colisión con la esfera del conflicto intestino.

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“Lo verás en tus pesadillas, lo verás en tus sueños / Aparecerá de la nada, pero él no es lo que parece / Lo verás en tu cabeza, en la pantalla del televisor / Oye amigo, te lo advierto, tienes que apagarlo / Es un fantasma, es un dios / Él es un hombre, él es un gurú / Eres un engrane microscópico, en su plan catastrófico / Diseñado y dirigido, por su mano derecha roja” (Red Right Hand. Nick Cave. 1994).

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El manotazo puede venir en cualquier momento. Como pretexto ante los desajustes internos, la virulencia de China, la impotencia por la falta de resultados en la guerra comercial desatada. Pende la daga sobre la limpia de narcos. Y persisten las voces de los vínculos de políticos con delincuentes.

Entre más golpes sean asestados en los territorios del crimen mayores evidencias habrá de la historia. Las huellas quedarán a la vista. Los ranchos de la Familia Michoacana invisibles para gobernantes de PRI, PRD o Morena. Los tráficos monumentales de huachicol desapercibidos para alcaldes, gobernadores, jefes de las Aduanas, capitanes de puerto, jerarcas de la Marina o del Ejército.

La mano derecha roja amenaza al hilo delgado no a la cortina fuerte.

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