He tenido la fortuna desde hace más de dos años de estar bajo la protección de la policía de la Ciudad de México. El servicio que he recibido ha sido de excelencia profesional y humana.
Puedo dar testimonio de que cada policía que me ha cuidado es un servidor público y una persona extraordinaria en el dominio de lo suyo, la asiduidad y puntualidad, el trato y el respeto a los otros. Por eso creo que la policía de la ciudad, en un momento encabezada por Omar García Harfuch y luego por Pablo Vázquez, es un equipo de formas lógicas y concretas, con un porcentaje de acierto increíblemente alto para la época, que simboliza eficacia, confiabilidad, técnica y decencia.
Gente muy querida me avisó de un extraño asalto el jueves en el Pedregal a la casa de una familia de bien. No entro en detalles, pero horas después leí las notas y coincidían con lo que me relataron: un hombre vestido de policía, armado, estaba en la casa de esta familia cuando ellos llegaron. Los amagó y les ordenó que le abrieran la puerta para que huyera en una patrulla balizada.
Se fugó con una maleta con pertenencias. No me extrañó leer que, independientemente de lo que haya sido, minutos más tarde fue capturado a unos diez kilómetros del Pedregal por la policía de Pablo Vázquez, la de la Ciudad de México.
