Una singular “asamblea interuniversitaria” tuvo lugar ayer el OkupaChe (Auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM).

Hace más de 20 años ese emblemático lugar fue tomado por diversos grupos anarquistas y no hay poder humano que los saque de allí.

La asamblea se llevó a cabo en tiempos complicados para la educación superior. Siete Facultades de la UNAM están en paro, diez planteles del IPN también, y tres de la UAM.

Seguí la asamblea vía Facebook. Había estudiantes de la máxima casa de estudios, pero también del Poli, de la UAM. Hasta un representante del sector obrero andaba por allí.

El lenguaje antisistema que utilizaban me recordó mis años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la máxima casa de estudios.

Escuché en la asamblea palabras como “dictadura”, “proletariado”, “represión”, “burguesía”, “capitalismo”, “alimentación primero, al hijo del obrero”…

Hubo llamados insistentes a la unión del Movimiento Estudiantil. Unos oradores pidieron jalar con los maestros de la CNTE, que el próximo 15 de mayo se van a paro nacional, en demanda de la abrogación de la Ley del ISSSTE ¡de 2007! y mejoras laborales.

No faltó quien llegara a afirmar que “el gobierno y la derecha privatizadora” quieren controlar las universidades públicas. No fueron pocos los que abogaron a favor de la causa de Palestina.

¿El huevo de la serpiente?

* Entre sus demandas aplaudidas está la de una mejor alimentación. Un orador propuso organizarse para tomar las cafeterías en las distintas casas de estudio. “¡Alimentación privada, se va a la chingada!”, coreaban.

En la UNAM nos aseguran que el rector Leonardo Lomelí ya anunció que trabaja en una propuesta sobre comedores a partir del próximo semestre.

Otra demanda tiene que ver con el retiro —ya consumado— del artículo 15 del Reglamento del Tribunal Universitario, que permitía a las autoridades académicas lleven a cabo medidas inmediatas —suspensión o expulsión— de quien incurra en actos vandálicos.

“Ese artículo generó rechazo e inquietud entre los estudiantes, por lo que, la Comisión de Legislación del Consejo Universitario acordó, por unanimidad, su eliminación en atención al sentir de la comunidad”, nos explica un profesor de la UNAM que solicitó el anonimato.

Otras demandas aplaudidas fueron: “Ni un peso a la Guardia Nacional y a la militarización” o “más recursos a la Educación”.

Le preguntamos al profesor su opinión sobre los paros, la asamblea y la agitación de estos “grupos radicales” en las universidades públicas.

Respondió generosamente: “Es el interés de ciertos grupos radicales que, disfrazados de reformistas, pretenden colarse en los procesos de decisión y gobierno de las instituciones de educación superior —en especial la UNAM— con el verdadero objetivo de ampliar su influencia y, de paso, cobrarse viejas derrotas. No vienen solos.

“Algunos ni siquiera vienen de dentro. Son actores externos, ajenos a la vida universitaria, que exhiben con orgullo sus viejas fórmulas: bloqueos, rechazo al diálogo y presión mediática.

“Y para darle una capa de legitimidad, se recargan en antiguos movimientos estudiantiles que ven en el caos una oportunidad de volver a escena.

“Lo que quieren es claro: colgarse del malestar juvenil y de causas legítimas de las y los estudiantes para crear un movimiento que lo abarque todo… y en realidad no represente nada. Porque no tienen una demanda legítima ni un pliego petitorio con rumbo. No buscan soluciones: buscan reflectores”.

Ya encarrerado, nos dice que cuando hay consigna de confrontar, no hay solución que construir.

“Y ahí viene el punto más delicado: en esa maraña de agendas, puede filtrarse algo mucho más grave. Intereses de grupos que operan al margen de la legalidad, que ya están en torno a los planteles, y que usan el vandalismo como forma de presión. Lo hemos visto antes. Lo estamos viendo ahora.

“A ese coctel hay que sumarle las tensiones internas. La UAM en pleno cambio de rector. El IPN con presiones persistentes desde el año pasado. Y la UNAM con grupos conservadores que no disimulan su incomodidad con un rector dialoguista, liberal y progresista, que impulsa cambios de fondo”.

El académico nos hizo notar que no se puede perder de vista lo que ya ocurre a escala global:

una tendencia a anular la vida académica, a asfixiar económicamente a las universidades, a convertirlas en espacios sin pensamiento crítico ni participación libre.

“Una tentación peligrosa. Y México no puede —no debe— caer en esa trampa. Alejarse de esas rutas dañinas y retrógradas no es un lujo. Es una urgencia. Porque lo que está en juego no es un ciclo escolar… es el futuro de generaciones enteras”, alertó.

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