En política y en la percepción de la gente, los hechos valen más que las palabras. Y la detención de El Lastra, acusado de ser uno de los reclutadores del Cártel Jalisco Nueva Generación, relacionado con el caso Teuchitlán, vale mucho más que los controvertidos discursos en las mañaneras sobre extrañas conspiraciones, de la misma forma que la sola existencia de ese centro de exterminio y la evidencia originalmente encontrada en él termina descalificando los intentos de tergiversar su existencia.

La detención de El Lastra, el hombre encargado del reclutamiento forzado y no del CJNG, y que había sido declarado como desaparecido en 2020 en Chiapas, realizada por la Defensa y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, sí puede aportar información y credibilidad a las investigaciones. Acciones como la extraña visita a Teuchitlán organizada el viernes, donde familiares y comunicadores se encontraron con un predio que ya estaba limpio de evidencia alguna, lo que hacen es tornar más sospechosa cualquier conclusión.

El gobierno federal, que sabe cómo se fraguó la mentirosa versión de que había sido el Estado el responsable de Ayotzinapa (y lo sabe porque varios de sus dirigentes partidarios de entonces y que fueron funcionarios a partir del 2018 participaron en esa construcción) se apresuró a tratar de tomar el control del caso Teuchitlán para que no saliera de cauce cuando la información había tenido ya más de 620 millones de interacciones en las redes a nivel global (la noticia con mayor repercusión sobre México en los últimos años) y tomó acciones que terminaron siendo controvertidas.

Los seis puntos que anunció la presidenta Sheinbaum son un acierto, y son similares a los que anunció (y nunca le terminaron aprobando en el Congreso, entonces controlado por la oposición) el expresidente Calderón, pero su sólo enunciado descalificaba la política seguida por el expresidente López Obrador, que prácticamente acabó con la Comisión Nacional de Búsqueda y con todos los mecanismos que hubieran podido ayudar en la crisis de las desapariciones.

Son iniciativas positivas, aunque tardarán meses en poder implementarse plenamente. Por otra parte, la insistencia en la conspiración mediática fue un error: por una parte, esa declaración choca con los hechos. Puede o no haber habido compra de espacios en redes, y eso lo sabe el gobierno porque tiene en su seno a los principales compradores de espacios en redes y medios (ver el cuadro de pseudocomunicadores que ocupan las primeras filas y hacen 80 por ciento de las preguntas en las mañaneras lo comprueba) pero lo cierto es que el hecho, lo visto en Teuchitlán, fue tan terrible, tan contundente que se impone por sí mismo.  Pero la misma tesis de la conspiración genera un segundo error: le da a la oposición una trascendencia, un peso, una capacidad que hoy sencillamente no tiene. Ya quisieran panistas, priistas o emecistas poder desarrollar una campaña de tanto peso y amplitud, no tienen ni esas posibilidades ni esa capacidad.

Si la Fiscalía General de la República no había atraído el caso en septiembre pasado, cuando se descubrió el rancho y fue informada de él, y lo había dejado en manos de la fiscalía estatal del gobierno de Enrique Alfaro, allí la tendrían que haber dejado, ahora con un nuevo gobernador, Pablo Lemus, y un nuevo fiscal dispuestos a asumir esa investigación. Como se vio en la conferencia del fiscal Gertz Manero, a nivel federal no tenían mucho que informar y como se comprobó con la fallida visita del viernes al rancho Izaguirre, las posibilidades reales son que se les compliquen aún más las cosas. Si en Ayotzinapa hubieran quitado del gobierno a Ángel Aguirre y la investigación se hubiera dejado en manos del entonces fiscal estatal Iñaki Blanco, que había tenido buenos avances en el caso, en lugar de llevarlo a la entonces PGR, las cosas probablemente hubieran sido diferentes.

En estos temas hay que investigar y actuar, detener a los responsables y exhibirlos y olvidarse de conspiraciones mediáticas y declaraciones que terminan sonando vacías. La detención de El Lastra sí es importante por donde se vea y si hoy en la mañanera Omar García Harfuch proporciona información dura sobre este personaje y sobre los métodos de reclutamiento del CJNG eso tendrá un peso específico inocultable.

Y, por eso mismo, la ofensiva que han lanzado las fuerzas federales contra El Mencho y otros dirigentes del CJNG como El Sapo es lo que puede determinar un cambio en la percepción interna y externa sobre la seguridad en México. Se han sucedido los operativos y los enfrentamientos en toda la zona de operación de los principales dirigentes del CJNG en Jalisco, Michoacán, Colima, Nayarit y Zacatecas, y todo indica que más temprano que tarde la presión de las fuerzas federales llegará, ahora sí, a El Mencho y su gente. Tanto por Teuchitlán como por la presión de Trump, y por la propia convicción de la Presidenta y su equipo de seguridad, la estrategia es llegar hasta el capo y todos sus posibles sucesores. Eso es lo que puede cambiar realmente las cosas.

La detención de El Lastra es importante, como lo es la detención, en Chiapas, de El Lunático, uno de los principales líderes de la Mara Salvatrucha salvadoreña que estaba aún prófugo. Lo que debería servir para desechar el absurdo debate en redes en el que se embarcaron el presidente Bukele y los voceros de la 4T respecto a las estrategias de seguridad: el éxito o no de éstas se miden por sus resultados, no por sus declaraciones. Y eso, como decíamos, se aplica también al caso Teuchitlán.

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez es periodista y analista, conductor de Todo Personal en ADN40. Escribe la columna Razones en Excélsior y participa en Confidencial de Heraldo Radio, ofreciendo un enfoque profundo sobre política y seguridad.

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