Durante toda su vida adulta, Dinorah Ortiz votó por López Obrador. Como especialista en justicia de género, por diez años, Ortiz se ha enfocado en la defensa de las mujeres. Obtuvo una plaza como empleada de servicio profesional de carrera y, en el sexenio de AMLO, trabajó como subdirectora en la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim). En 2024, votó por Claudia Sheinbaum. Y cuando esta anunció que iba a crear una Secretaría de las Mujeres, Ortiz estaba contenta, ilusionada. Poco después, vino la decepción.
En aquel momento, en Conavim trabajaban unas cien personas especializadas, la mayoría con años de servicio en erradicación de violencia contra las mujeres. “Trabajábamos muchas horas. Sabes que no vas a erradicar la violencia, pero vas a poner las bases de un montón de cosas”, me dijo Ortiz.
Ella estaba encargada de evaluar qué había hecho el Estado de México para cumplir con las recomendaciones de los últimos nueve años, en los que ha tenido alerta de género. Además, estaba dando forma a una alerta por desaparición de mujeres en Nuevo León. En eso trabajaba, cuando la convocaron a una reunión de personal.
Días después hubo otra reunión con Citlalli Hernández. Ella les dijo que “tendrían empleo en la nueva Secretaría”. Cuando se publicó el presupuesto, Ortiz vio que allí seguían los montos de sus sueldos. Pero en diciembre, Blanco les informó que debían entregar sus renuncias. Sobre esto, pregunté a Blanco. No respondió.
A principios de enero, Ingrid Gómez, la nueva subsecretaria de las Mujeres, llegó a las oficinas donde Ortiz trabajaba. “Como si fuera una escena del crimen, sellaron todas las oficinas. Ingrid nos dijo que teníamos una hora y media para irnos”, me contó Ortiz. Sobre el incidente, Gómez respondió que en el “proceso de entrega-recepción” solicitaron al personal de la “extinta Conavim” desocupar las oficinas, que no tenían “relación laboral alguna” con la Secretaría de las Mujeres y que ofrecieron revisar sus currículums.
Finalmente, dijo Ortiz, les ofrecieron plazas con menor rango y sueldo si querían integrarse a la nueva Secretaría, a la cual se incorporaron 23 personas de más de 100. “Fui diagnosticada con cáncer el año pasado y gasté mis ahorros en la operación. Soy el principal sostén de mi casa. No puedo aceptar menos sueldo”, me dijo Ortiz.
Desde entonces, ella y sus compañeras han logrado que se publiquen historias sobre Conavim y que Sheinbaum reconociera el recorte de plazas. “Algunas compañeras ya están en la Secretaría, con menor rango, encargadas de temas en los que no tienen experiencia”, me dijo. “Esperábamos que la sociedad se escandalizara (con este caso), pero no ha sucedido”.
En los últimos meses, Ortiz y una docena de sus compañeras han presentado escritos ante la CNDH, la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, la Presidencia y la Secretaría de las Mujeres. Revisé los escritos. Explican la situación y sus incertidumbres. En las respuestas, las instituciones les dicen que no pueden resolver sus casos, que lo vean en otra parte.
Frustradas, Ortiz y sus compañeras se preparan para marchar este sábado, mientras ella alista una demanda laboral. “Tenemos miedo de que no nos contraten en otros lados. Vivimos con miedo. Ha sido una terrible decepción”, me dijo.
Cuando hablamos, Ortiz iba en camino a recoger sus lonas para marchar este #8M. “Llevo años marchando, es parte de mi religión feminista. Este año voy con más coraje”, dijo. Le pedí que me mostrara el diseño de su lona. Es morado, con mujeres con el puño en alto y una consigna: “No llegamos todas”.