La reciente liberación de más de 80 mil páginas de documentos relacionados con el asesinato de John F. Kennedy ha sacado a la luz un aspecto poco explorado de la política mexicana: la colaboración de expresidentes con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).
Entre los archivos desclasificados se menciona que Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez mantuvieron contacto con la CIA desde sus años en el gobierno, proporcionando información sensible y recibiendo datos de inteligencia en un contexto de Guerra Fría y espionaje internacional.
Uno de los documentos fechados en 1966 detalla que Díaz Ordaz estaba “muy molesto” por las acciones de agentes soviéticos en México, sugiriendo que uno de ellos había intentado reclutar a alguien cercano a su gobierno, lo que desató una crisis en la relación con la Unión Soviética.
LITEMPO: la operación secreta de la CIA en México
Uno de los hallazgos más relevantes es la mención de LITEMPO, una operación de inteligencia de la CIA que infiltró los círculos más altos del gobierno mexicano. De acuerdo con el periodista Jefferson Morley, esta red incluyó a altos funcionarios como Díaz Ordaz desde su época como secretario de Gobernación en el gobierno de Adolfo López Mateos.
Según los documentos, la CIA financió a 32 agentes dentro del gobierno mexicano, seis de ellos con sueldo. LITEMPO contaba con un presupuesto anual de 61 mil dólares y tenía como misión influir en la política de México y mantener una barrera contra el socialismo en Latinoamérica.
Uno de los casos más reveladores es la relación de Díaz Ordaz con la CIA en 1962, cuando recibió documentos que vinculaban, de manera parcialmente falsificada, al entonces embajador de Cuba en México, José Antonio Portuondo, con movimientos revolucionarios en Colombia y México. Díaz Ordaz discutió estos datos con López Mateos, quien consideró hacerlos públicos sin mencionar la participación de la CIA.
Luis Echeverría y la CIA
El entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría, también colaboró con la inteligencia estadounidense. En los archivos se menciona que Echeverría acordó intercambiar información con la CIA, proporcionando datos y fotografías de ciudadanos soviéticos detenidos por el gobierno mexicano, a cambio de informes sobre las actividades de agentes rusos en el país.
El investigador César Valdéz, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sostiene que estas colaboraciones no fueron meramente estratégicas, sino que los funcionarios mexicanos las usaron para su beneficio político y económico, buscando asegurar favores y apoyos de Washington en sus carreras.
Un México clave para el espionaje internacional
Durante la Guerra Fría, México era un punto de vigilancia clave para la CIA debido a su cercanía con Estados Unidos y su política de neutralidad con países socialistas como Cuba y la URSS. Desde la revolución cubana hasta el asesinato de Kennedy, el país fue escenario de operativos de inteligencia, como lo demuestra el caso de Lee Harvey Oswald, quien visitó la embajada soviética en la Ciudad de México semanas antes del magnicidio.
Estos archivos revelan que el gobierno mexicano no solo toleraba las actividades de la CIA en su territorio, sino que colaboraba activamente con ellas, proporcionando información y permitiendo el espionaje extranjero dentro de sus instituciones.
El dilema de la soberanía y la influencia de Washington
La revelación de estos documentos plantea preguntas sobre el papel de los gobiernos mexicanos en la defensa de la soberanía nacional. ¿Hasta qué punto las decisiones de Díaz Ordaz y Echeverría respondían a los intereses de México y no a los de Estados Unidos?
Si bien la relación con Washington ha sido históricamente compleja, estas nuevas evidencias refuerzan la idea de que el espionaje y la injerencia de EE.UU. en México no eran un secreto para las más altas esferas del poder.