¡Verde! De pronto, el futuro de Morena se tiñó de verde por una jugarreta del PVEM. El tiro entre ambos partidos se va a poner bueno.

El obradorismo se asume en un momento de consolidación. El líder máximo dejó el escenario, pero dejó un guion puntual: la mejor carta en Palacio Nacional y el partido en manos de su vástago; la primera con rígido plan C, el segundo debe afiliar a 10 millones, entre otras cosas.

Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Beltrán como los dos ejes del vehículo que ha de llevar a Morena a otra etapa. Coordinados, gobierno y partido se apuntalan mutuamente.

Por eso, para el Plan C sedujeron a quienes antes llamaban indeseables, pero no solo a fin de lograr la aritmética de los votos necesarios en reformas constitucionales, sino con un propósito a largo plazo: aglutinar todo liderazgo posible bajo unas siglas únicas.

Si bien la membresía de Miguel Ángel Yunes Jr. quedó pendiente por los reclamos de quienes creen que es demasiado pragmatismo, la verdad es que adentro algunos morenistas no están viendo la película completa, esa que ya vieron los del PVEM y no les gustó. Nadita.

Además de la propagandística cifra de los 10 millones de afiliados que López Beltrán tiene como meta, se encarga de operaciones para que, más pronto que tarde, la única vía transformadora para acceder a puestos de elección sea Morena.

Ni Claudia ni Andy verán con buenos ojos que alguien les quiera hacer un partido filial. Así que los Hugo Eric Flores, esos que ayer pusieron alguna sigla a favor de la causa morenista, se pueden ir olvidando de fundar una especie de franquicia proguinda.

He ahí una explicación al atorón que sufrió en el Congreso de la Unión la iniciativa de la presidenta Sheinbaum para impedir desde 2027 el nepotismo en la sucesión de cargos electivos. El tucán no aceptó meterse en una jaula.

El Verde se dio cuenta de que su negocio, para empezar en San Luis Potosí, se afectaría si esa reforma pasaba en los términos que deseaba la presidenta: chantajearon para fijar la entrada en vigor en 2030, victoria que podría resultar pírrica.

Morena quiere todos los cargos, incluidos los que hoy “son verdes”. De eso también se trata el segundo piso. Pretenden ser partido único… si acaso con algunos funcionales opositores.

El PVEM cree que puede calar a la Presidenta. A ver si no le va la vida política en ello.

Luisa María Alcalde respondió de inmediato a la rebeldía del PVEM: los morenistas, dijo su jefa formal, acogerán desde ya esa política antinepotista y no postularán parientes. Punto.

La operación cierre de filas ha incluido que uno de los más retobones ya fue atado a la yunta de la nueva norma: Félix El Toro Salgado Macedonio prometió (si de algo sirve su palabra) no dar más reparos y recular en su ambición de gobernar (es un decir) Guerrero.

Y quien en Morena siga en actitud rebelde —y sueñe con postularse por el Verde, por ejemplo— que lea bien las palabras del lunes de Sheinbaum: “tendrían que irse por otro partido, pero no creo que les vaya bien, ¿verdad?”

De que el tucán es bravo, hasta los de casa picotea.

O eso creen. Porque Morena no va a renunciar a la ilusión de una hegemonía histórica por unos “ambiciosos vulgares”.

Que se ponga el saco quien desee, y que recuerde que los satélites del PRI eran eso, meros instrumentos, nunca gravitaron por sí mismos.

Claudia y Andy operan la consolidación del régimen. El Partido Verde intenta armar los enjuagues de siempre. No conocen a la Presidenta.

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