En Culiacán, Sinaloa, una prenda tradicional se ha convertido en un símbolo de peligro: el sombrero. La guerra entre “Los Chapitos”, liderados por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, y “Los Mayitos”, la facción encabezada por el hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, ha provocado que los hombres eviten usar sombrero en público por miedo a ser confundidos con un integrante del bando contrario.
El sombrero está estrechamente ligado a “Los Mayitos”, ya que “El Mayo” Zambada es conocido como “El Señor del Sombrero”, un apodo que refleja su preferencia por este accesorio y su estilo de vestir característico. Además, el grupo utiliza un sombrero como emblema en su logo, lo que ha reforzado la identificación de esta prenda con su organización.
Esta asociación ha generado temor entre la población. En el centro de Culiacán, un hombre de 82 años relató que fue interrogado por integrantes de “La Chapiza” solo por llevar un sombrero. “¡Claro que no me lo voy a quitar! Lo traigo desde que tengo uso de razón”, expresó con indignación.
Crisis en el comercio y la vida cotidiana
La venta de sombreros ha caído drásticamente, afectando a comerciantes como Guillermo Guevara, quien lleva 42 años en el negocio. “La gente ya no los compra por miedo a ser confundidos en la calle”, explicó.
Incluso, sombrereros han recibido piezas con impactos de bala y huellas de sangre. Leopoldo, un reparador con 25 años de experiencia, mencionó que familiares de víctimas buscan conservarlos como recuerdo. Algunos, incluso, han llegado con pequeños sobres de droga en su interior.
La violencia ha obligado a negocios a cerrar temprano o a cambiar de giro. Mariel López, propietaria del restaurante El Mirador, reveló que su local dejó de operar de noche y ahora solo renta espacios para eventos diurnos. “Las bodas que eran a las ocho de la noche ahora se celebran a las dos de la tarde“, señaló.
Culiacán, una ciudad bajo sitio
Desde hace seis meses, Culiacán vive un estado de sitio, con enfrentamientos, ejecuciones y desapariciones constantes. Durante un recorrido de cuatro días, se registraron múltiples homicidios, incluyendo la desaparición de tres policías municipales, cuyos cuerpos fueron hallados el 2 de marzo.
Las desapariciones también continúan. Susana Guadalupe Ayala, madre buscadora, afirmó que han encontrado entre 25 y 30 cuerpos desde 2017. “No hay esperanza, esto sigue y sigue”, lamentó.
Un sacerdote local, quien pidió el anonimato, aseguró que la violencia actual no tiene precedentes: “Antes los homicidios eran esporádicos, ahora cada día aparecen cuerpos tirados, desmembrados o en hieleras”.
Culiacán se ha convertido en una ciudad sitiada, donde el miedo dicta hasta la forma de vestir. “Vivir aquí es sentirse secuestrado. No puedes salir de tu casa. No sabes si te va a alcanzar un fuego cruzado o un dron con explosivos”, concluyó el sacerdote.