Cada 17 de marzo, el mundo celebra el Día de San Patricio, una festividad marcada por desfiles y homenajes a la cultura irlandesa. Sin embargo, en México, esta fecha tiene un significado especial debido a la historia del Batallón de San Patricio, un grupo de soldados irlandeses que, encabezados por John Riley, lucharon junto al ejército mexicano durante la guerra contra Estados Unidos (1846-1848).
John Riley, un inmigrante irlandés que llegó a América en busca de mejores oportunidades, se enlistó en el ejército estadounidense. Sin embargo, las duras condiciones, el trato discriminatorio a los soldados extranjeros y la persecución contra católicos lo llevaron a desertar. Como muchos de sus compatriotas, encontró afinidad con México, un país con una profunda tradición católica, y decidió unirse a sus filas para enfrentar la invasión estadounidense.
El Batallón de San Patricio, compuesto principalmente por irlandeses, pero también por alemanes y otros europeos, se distinguió en batallas clave como la de Churubusco, donde lucharon ferozmente a pesar de la superioridad numérica y armamentística de Estados Unidos. Su valentía fue tal que, tras ser capturados, unos 50 de sus integrantes fueron ejecutados por las fuerzas estadounidenses, convirtiéndolos en mártires de la causa mexicana.
Más allá del fervor religioso, su lucha simbolizó una oposición común al expansionismo estadounidense, un sistema que había impuesto discriminación y violencia tanto en Irlanda como en América. Para estos soldados, pelear por México significaba desafiar la injusticia y defender un territorio que consideraban más cercano a sus ideales.
A pesar de su trágico destino, la memoria del Batallón de San Patricio sigue viva en México. En el Museo Nacional de las Intervenciones, ubicado en el antiguo Convento de Churubusco, hay placas y monumentos que recuerdan su sacrificio. Además, cada 12 de septiembre, día en que fueron ejecutados muchos de sus integrantes, se realizan ceremonias en su honor, reforzando el lazo histórico entre México e Irlanda.
Hoy, más que una celebración de tréboles y cerveza verde, el Día de San Patricio es también un homenaje a la solidaridad y al sacrificio de quienes lucharon por un ideal más allá de sus fronteras.