Lo que se intuía en Sonora, ya trascendió a nivel nacional: El gobernador, Alfonso Durazo, podría apoyar a un candidato ajeno a Morena y la 4T. Pareciera que el de Bavispe frotó su bola de cristal, le sacó brillo y afinó sus dotes de clarividencia.
Aquí se cuchicheaba de endenantes: El gober apoya más al alcalde panista Toño Astiazarán que a su probable candidato o candidata.
Media verdad o media mentira, apenas el propio gobernador o el presidente municipal de Hermosillo podrían decir su verdad.
Lo cierto es que ambos guardan, al menos en apariencia, una buena relación de respeto y entendimiento.
Lo que piensen las bases y la población apartidista, les vale gorro.
Clásico en política.
Por eso la arrogancia tiene contra las cuerdas al morenismo.
Sobre todo con el bochornoso episodio del Cuau y su gol a las mujeres de todos los colores y sabores.
Pero en Sonora no hay escándalos. Todo sucede en un estado de parsimonia. Lentitud, sosiego. Aunque en breve se entrará a una etapa de desasosiego, al calentarse la sucesión gubernamental.
Es el estilo Durazo de no hacer olas innecesarias.
Por eso Alito Moreno vino a tierras sonorenses a golpear a Beltrones y “honrar” la memoria de Colosio.
El mismo Beltrones que, en su propia sucesión, se decantó por Armando López Nogales bajo la siguiente lógica: ¿Para qué los queremos grandotes? No se referían a la estatura sino al capital político. Era el mismo López Nogales que apenas se quitaba las escarchas del congelamiento. La frase de para qué los queremos grandotes se le atribuye a Ricardo Mazón, del círculo íntimo beltronista. Por cierto, en el actual sexenio se acabó la fortuna política de los Mazón. Dicen que enfrentan serios problemas económicos.
Después vino Eduardo Bours. Se enfrentó al gobernador en turno y con el apoyo central, sobre todo del sector privado, derrotó al poder en Sonora. En el PRI simplemente soltaron, en voz baja: Ni modo, ganó Bours. Y se alinearon con el nuevo líder. El pleito Beltrones- Bours traspasó el tiempo político. Se le atribuye al de Villa Juárez la derrota del candidato boursista Alfonso Elías Serrano. Fue como una revancha de juventud, cuando en el club Campestre de Ciudad Obregón, el junior Bours mandó sacar del lugar al aspiracionista Beltrones.
Bueno, retomamos: Previsor como era, Bours dio vida y alimentó su estructura paralela al PRI: Pasos.
Fue como retroceder al pasado reciente de Salinas de Gortari (sexenio en que Bours debutó en política como representante del sector privado y defensor del Fobaproa) y sus deseos de sustituir al PRI con los comités de Solidaridad, el programa social de la época.
Pero Bours y sus Pasos generaron calambres entre el priismo tradicional. Al final no se animó a dar su golpe de estado partidista. Igual que Salinas.
Quizá ese fue el error de Durazo: No crear su estructura partidista ajena a Morena para negociar con ventaja su propia sucesión. Bueno, al menos sobre la superficie no se ve ninguna estructura paralela. Igual y sí la hay en la penumbra, en el Sonora profundo. O bien ese movimiento lo reserva en las filas de PRI y PAN.
El ciclo del pasado reciente priista lo cierra Claudia Pavlovich, cuya gubernatura se la debe a Beltrones. Fue el último sexenio de poder de Manlio y Ricardo Mazón. Hoy viene un campechano y se le va a la yugular, ante la indiferencia de quienes antes lo idolatraban. Bueno, es Beltrones, enemigo de Alito y Durazo. Pero antes, estuvo la sucesión de Bours, ganada por el panista Guillermo Padrés, también gracias al apoyo de Beltrones. Así era Manlio. El moderno Rey Midas que en el ocaso de su vida política perdió la gracia de convertir en oro lo que tocaba. La pregunta se antoja natural: ¿Volverá el Rey Midas en la actual sucesión?