No se conmueve ante las desgarradoras escenas. Lo único que la muestra un poco más humana es su ardorosa defensa de Andrés Manuel López Obrador, a quien todo le debe. De quien sigue siendo dependiente.

La señora Presidente formal Claudia Sheinbaum politiza el horror y se enoja y critica a los medios de comunicación porque, según ella, “se han adelantado” al calificar como “campo de exterminio” al narcorancho de Tehuchitlán, puesto en evidencia por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco.

Son rumores sin sustento, dijo.

Y agregó que primero deben realizarse las investigaciones con sustento científico.

En la misma mañanera la señora se contradijo al dar por buena la mañosa versión del gobierno de Américo Villarreal Jr. en el sentido de que la decimonovena narcofosa que en lo que va del año los integrantes del colectivo Amor por los Desaparecidos descubrieron en Tamaulipas, ésta concretamente en Reynosa, es parte de la construcción de una funeraria formal, como según ella había leído en los medios de comunicación.

¿En qué quedamos?

¿Los medios son confiables sólo cuando reproducen lo que a la señora Presidente conviene?

Porque los integrantes del colectivo tamaulipeco ya habían desmentido antes la versión del gobierno estatal, apuntando que los fiscales y policías habían llegado a un terreno distinto a aquel en el que ellos encontraron 14 montículos de restos humanos.

Y también esto estaba en los medios.

Despareciendo desaparecidos

Estas dos escenas del discurso presidencial el viernes anterior están orientadas a desmentir que en México esté creciendo alarmantemente el número de desaparecidos que no son localizados, no obstante que en las estadísticas del actual gobierno federal es lo que se consigna.

Desaparecer a los desaparecidos es la tónica que, desde el anterior gobierno lleva a cabo el régimen de Cuarta… Transformación.

Desaparecer los asesinatos es la tendencia que, al parejo, siguen ahora los criminales –disolviendo los cadáveres en ácido, tirándolos a las piaras para que los devoren los cerdos, lanzándolos al fondo de las presas, incinerándolos–, pues al no haber un cuerpo no se puede consignar un homicidio o feminicidio.

Según el Movimiento por Nuestros Familiares Desaparecidos, en México hay casi 60 mil restos humanos aún sin identificar en todo el país y esta cifra no incluye los fragmentos óseos recuperados de los lugares de ejecución.

La desaparición de personas en México es generalizada y sistemática.

Después de un año de llegar a más de 100 mil casos de personas desaparecidas la cifra aumentó en un 7.3% en el 2023 y siguió aumentando en el 2024 en un 6.3%. A la fecha los reportes de casos de personas desaparecidas siguen en aumento. Más del doble diario desde que Sheinbaum arribó al formalmente al poder que quienes desaparecían cada día en el sexenio anterior.

Los cinco estados que tienen el mayor número de casos de personas desaparecidas siguen siendo en 2024 Jalisco, Tamaulipas, Estado de México, Veracruz y Nuevo León. El 48% de personas desaparecidas del país se concentran en estos cinco estados en la actualidad.

El rango de edad en el cual se concentran la mayoría de los casos de personas desaparecidas sigue siendo de los 25 a 29 años. En todos los rangos de edad existen casos de personas desaparecidas y esto es una característica de que la desaparición de personas es una práctica generalizada en el país. De los 0 a los 19 años se concentra el 18% del registro de personas desaparecidas.

Las anteriores son cifras de la Red Lupa de la asociación civil Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia.

En México no se legisló

Uno de los primeros casos de “desaparición forzada” conocido en el mundo fue el de Patricio Lumumba, el líder histórico del Congo. Los gringos necesitaban hacer espacio para que los Guggenheim, los Rockefeller y los Morgan explotaran a sus anchas los minerales y recursos naturales del corazón africano. Les estorbaba y lo quitaron de en medio.

 “Previsor”, ‎el imperialismo no sólo aseguró el uranio para las bombas atómicas que se soltaron sobre Japón, también el barro del Congo, que produce la tantalita, el material que se encuentra en la base de las modernas industrias telefónicas, armamentistas, cibernéticas y aeroespaciales. Actualmente un kilo de coltán, el barro que resguarda la tantalita, vale trescientas veces más que un barril de crudo Brent y sólo cuesta sangre para su extracción.

El Congo tiene el 80 por ciento de las existencias mundiales. Todos los actuales aparatos electrónicos que necesiten conducir una gran cantidad de energía están fabricados con tantalita. Celulares, satélites, cohetes, armas de destrucción masiva tienen también la característica de no ser reciclables, lo que vuelve a la tantalita irresistible. ‎

Para coronar el secuestro y la tortura inenarrable de Lumumba –el estorbo– se usaron los oficios de Frank Carlucci, secretario de la Defensa de Ronald Reagan, quien después ordenó disolver sus despojos en ácido sulfúrico, para no dejar huella, con ayuda de Katanga, un asesino congoleño.

Cuando se registraron las torturas y desapariciones de Pinochet y de Videla, en el cono Sur, la ONU y la OEA ya tenían las orejas afiladas y sólo actualizaron en la legislación internacional mandatos de garantías de seguridad e inviolabilidad que venían desde la Revolución Francesa y de las declaraciones de Ginebra.

Se hizo realidad el delito de desaparición forzada de personas, elevándolo a categoría de ilícito de lesa humanidad, cuando en su perpetración participaran elementos armados por el Estado.

Se recomendó a los países miembros que legislaran al respecto.

Nosotros, en México, nunca lo hicimos

Como en la “guerra del opio”

Conocemos desde tiempos inmemoriales la proverbial tradición de los sicarios mexicanos‎ de cumplir las órdenes sin dejar huella, costumbre que es fácilmente comprobable al escarbar dos metros casi en cualquier baldío.

‎Casi todo el territorio mexicano resulta ser una tumba disfrazada. Somos pioneros en las tradiciones salvajes o inciviles que nos ordenan. Sobre todo, cuando lo que está en juego son negocios de miles de millones de dólares. ‎Lo único que no nos gusta es decir la verdad.

Queremos ser dueños absolutos de nuestros secretos, como si los demás fueran autistas o idiotas y no supieran lo que hacemos, incluso desde antes de hacerlo. ‎Aunque sepamos en el fondo que la historia de nuestra violencia está irremisiblemente ligada a los bamboleos de las ambiciones norteamericanas y que, en ese juego, siempre pagamos el pato. ‎

Desgraciadamente para nuestro mutismo ingenuo, el mercado del fentanilo nació gracias a los médicos estadounidenses que recetaban opiáceos a sus pacientes hasta para una raspadura de rodilla. Los convirtieron en adictos y ahora buscan desesperadamente esta sustancia para adormecer los dolores que sufren en abstinencia.

La FDA estadounidense lo sabía y lo permitió. Business is business, ok?

En esta nueva versión de la “guerra del opio” iniciada por Donald Trump se trasluce una intención de “desestabilización” light, que debe producir, a los ojos del observador incauto, el relajamiento de los intereses del país, a cambio de la disposición total de todos los recursos naturales del país. Los habidos y por haber.

Si los “gobernantes” no entienden que la vida los está poniendo en medio de un rejuego político de intereses del mayor nivel, en donde el centro lo representan las drogas, el petróleo y los recursos naturales “están más perdidos que un gusano en gallinero”, como decía El Filósofo de Güemes.

La soberanía también se defiende con el corazón ardiente y no sólo con la cabeza fría.‎ ¿No cree usted?

Al fin y al cabo, el grupo en el poder, –los cuatroteros, pues– tiene la culpa por no haber detectado un problema de seguridad nacional y no haber actuado a tiempo y con colmillo.

Indicios

En todo México hay rabia y duelo por los desaparecidos. Y la presidente Sheinbaum, feliz, feliz, feliz. Baile y baile en sus actos públicos. * * * Por hoy es todo. Vaya a usted mi reconocimiento por haber leído hasta aquí. Le deseo, como siempre, ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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Francisco Rodriguez

Columnista político desde 1977. Apunta con el Índice. Denuncia. Propone. Ha colaborado en El Heraldo de México. Ovaciones, del cual fue director. El Sol de México. El Universal. Revista Impacto. Revista Siempre! Conductor en Radio ABC. Conductor en TV Azteca.

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