Ninguna de las 11 cárceles estalló. Y en el país no se registraron ataques, ametrallamientos, venganzas, asesinatos, toma de rehenes, bloqueos, culiacanazos, michoacanazos. Así es que 48 horas después vale afirmar que, como operativo, el traslado de los 29 apunta a convertirse en un gran éxito gubernamental, extraordinariamente ejecutado y, en efecto, dado el alto perfil criminal de los personajes y la pluralidad de los grupos afectados, en un hecho sin precedentes. Más allá del objetivo de Washington, el secretario García Harfuch dibujó ayer el método para medir los resultados de La operación 29: disminuir la violencia en el país y proteger a los mexicanos. A partir de este sábado podremos contar y evaluar si el cumplimiento de esos dos propósitos marca el punto y aparte en la trágica historia contemporánea nacional del horror, o si termina siendo otro llamativo episodio que en nada mejore la calidad de vida cotidiana de los mexicanos, o incluso la empeore. Un gran éxito, por lo pronto, realzado por la forma en que el gobierno mantuvo en secrecía una acción conjunta de 3 mil 512 elementos, 342 vehículos y 20 naves aéreas de seis dependencias coordinadas para sacar de aquí a los 29.