El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva para que su gobierno analice la posibilidad de imponer aranceles a las importaciones de cobre, en un nuevo movimiento para reconfigurar el comercio global.
“Tendrá un gran impacto”, afirmó Trump antes de la firma, destacando que su objetivo es revitalizar la minería, fundición y refinación de cobre en EE.UU., debido a su importancia en la industria militar y tecnológica.
Según el asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, la medida busca frenar la expansión de China en el sector y atender una vulnerabilidad en la seguridad nacional.
EE.UU. con superávit en cobre, pero preocupado por la oferta futura
A pesar de que Estados Unidos exportó 11,300 millones de dólares en cobre en 2024, superando los 9,600 millones que importó, la administración Trump ve riesgos en la estabilidad del suministro, basándose en proyecciones de oferta y demanda.
El índice de minería de cobre, níquel, plomo y zinc de la Reserva Federal ha caído más del 30% desde su punto máximo en 1998, lo que ha motivado a la Casa Blanca a considerar medidas proteccionistas.
Una escalada en la guerra comercial
Esta nueva política de aranceles se suma a las recientes decisiones de Trump de eliminar exenciones de aranceles al acero y aluminio, así como de imponer un 25% de impuestos a productos de México y Canadá y un 10% a energéticos canadienses, como petróleo y electricidad.
Además, la Casa Blanca ya planea gravar automóviles, chips de computadora y medicamentos, como parte de un paquete más amplio de tarifas que afectará hasta 3 billones de dólares en importaciones.
Impacto económico y posibles consecuencias
Economistas han advertido que la política arancelaria de Trump podría generar precios más altos y una desaceleración económica. Sin embargo, el cobre es un componente modesto del comercio global, por lo que su impacto no representaría un riesgo inflacionario inmediato.